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De qué nos reíamos cuando todo estaba bien

Esta novela juvenil de Verónica Sukaczer fue publicada este año (2024) por Penguin Random House, en su colección Nube de Tinta, con la dirección editorial de María Amelia Macedo.


Si uno tuviera que decir de qué trata esta novela, podría decir: sobre el bullying. Sobre las formas sinuosas y los mecanismos renovados y cambiantes por los cuales algunas personas atacan a otras, solo para dañarlas y porque esas acciones los reafirman en la pertenencia a un grupo distinto, un nosotros-que-no-somos-como-vos, que-somos-mejores-que-vos.

 

Pero claro, como sucede con cualquier buena obra literaria, definirla en una palabra o un tema es tan simplificador como inútil. Porque lo más interesante aquí, el gran logro de la autora, es contar, en primera persona, la historia de un adolescente, Jeremías, que empieza sufriendo bullying pero encuentra la forma de sobrevivir y superar eso… volviéndose él mismo un bully, uno de los peores (¿o mejores?), uno de los más solapados y dañinos.

 

“Cuando todo estaba bien”, en los comienzos en una escuela rural, en un pueblo del interior, Jeremías y Albano aprenden a reír. Todos sabemos reír, pero ellos aprenden a hacerlo en forma profesional, sin necesidad de un estímulo externo que cause esa risa. Y aprenden a utilizar esa risa como una herramienta para superar sus peores problemas.

 

Pero luego, cuando los dos amigos cambian de ciudad y de colegio, un hecho desafortunado los hace presas, muy rápido, del acoso de un grupo de bullys ya consolidado en su curso, y cuando Albano vuelve a su pueblo y Jeremías se queda solo, decide que se reirá primero, se reirá mejor que sus enemigos, que se reirá hasta matarlos de risa… Descubre entonces una oscuridad interior que no sabía que tenía, y aprende a manejar esa risa y acompañarla de una crueldad extrema, diseñada para destruir al otro en lo que más le duele, un arma más poderosa y potencialmente más dañina que la tosca violencia de los puños.


¿Es un mecanismo de supervivencia? Sí. ¿Empezó porque él era una víctima? Sí. Pero eso no lo disculpa, claro: la novela no justifica las acciones de Jeremías, ni nos pone a los lectores “del lado del bully”, pero sí hace que las comprendamos mejor, a la par que avanzamos por los ires y venires de esa historia en la que los tiempos en que todo estaba bien duraron muy poco, y quizá ya nunca regresen.


Además: hermosamente escrita, la novela, como todas las de Verónica. Los personajes, comenzando por Jeremías, son complejos y a veces contradictorios (como somos los humanos), el relato avanza con ritmo incesante y sin puntos muertos, y uno siente, al terminar, que leyó, además de una excelente novela, una historia muy de esta época, un documento que nos cuenta “desde adentro” el posible nacimiento de ciertos mecanismos de la violencia que hoy, alentados por las redes y por todo un clima de época, nos rodean y, si no aprendemos a nadar rápido, nos ahogarán muy pronto.


Gran novela de Vero Sukaczer. Recomendada.

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