Empiezo una breve serie de comentarios acerca de libros curiosos, que comparten una misma estructura e idea formal: están hechos con un solo folio (una hoja muy grande) doblada varias veces, de forma que para leer el libro hay que ir desdoblando y desplegando el folio. Son libros sin tapa, sin corte interno entre páginas, y sin páginas preliminares ni finales (los créditos y legales se acomodan en un lugarcito en la página que hace de cierre-contratapa).
Y para comenzar, lo hago por el libro más nuevo del grupo, Debate por señas, una genialidad de Christian Montenegro, que adaptó e ilustró un episodio de Gargantúa y Pantagruel, de Rabelais (estamos hablando de quinientos años atrás: siglo XVI, en Francia). El libro fue publicado por la editorial Tren en Movimiento hace pocos meses (julio de 2023), como parte de la colección Gráfica en Movimiento, coordinada por Ezequiel García. La dirección editorial y la edición general es de Alejandro Shmied.
Antes de empezar a hablar del contenido, tengo que decir unas palabras del objeto, el aspecto físico del libro: seguramente a casi nadie le habrá llamado la atención, pero el folio en que está hecho, una gran plana doblada tres veces para dar como resultado 16 páginas grandes (25 cm por 35 cm, tiene cada página del libro) es casi idéntico (salvo por el olor, pues este libro huele bien) a un ferro, esas viejas pruebas de imprenta que conocí cuando empecé a trabajar en una editorial (hace ya treinta años, ay). Cuando corregíamos ferros nos llegaban estos folios, que había que doblar antes de corregir (“picar”, porque no se corregía el texto, solo se controlaba que coincidiera con las páginas finales del libro cerrado). Bien: este libro de Montenegro tiene casi el mismo papel, la impresión apenas empastada y hasta el color negro-azulado de un ferro, y me gustó mucho eso.
El episodio de la obra de Rabelais que se adapta es del libro II, capítulo XIX (aunque la escena comienza en el XVIII y termina en el XX): un sabio inglés, Taumasto (o Thaumasta, según la traducción) llega para debatir con Pantagruel, que ha ganado fama de sabio, pero propone debatir sin palabras, solo con gestos. Llegado el momento, un discípulo de Pantagruel, llamado Panurgo, arguye que no es necesario molestar a su maestro, que él mismo puede debatir y vencer sin problemas al inglés. Rabelais empieza entonces a describir los gestos que van haciendo ambos contendientes (algunos sumamente groseros, por cierto), y cómo Panurgo vence sin contemplaciones a Taumasto, cosa que este acepta. Quienes presencian el debate no entienden gran cosa de lo sucedido, pero el inglés les explica que se dijeron, sin decirlas, cosas muy profundas, y cuando vuelve a Inglaterra publica un libro entero con ellas. Y de paso, declara que Pantagruel es un sabio sin par, ya que un simple alumno de él es capaz de demostrar tanta sabiduría.
[Digresión: todo el libro de Rabelais es muy genial y divertido, y este episodio es muy conocido; aunque mi capítulo favorito, que traduje y bien podría ser también hecho libro por Montenegro (si leés esto, Christian, te lo propongo aquí mismo, jaja), es el XIII del libro I, en el que el niño Gargantúa le explica a su padre las investigaciones que realizó para dictaminar cuál es el mejor limpiaculos del mundo.]
En la adaptación que hizo Christian Montenegro, él decidió no incluir las palabras de Rabelais, sino simplemente ir mostrando (en ilustraciones sin texto, salvo algún comentario ocasional) los gestos sucesivos que se van haciendo en el devenir del debate. Como una payada de gestos, hileras o páginas enteras de cuadritos (como de historieta) de gestos de Panurgo y otros de Taumasto (incluyendo la parte en que se caga [literal] de angustia, cosa que los debatientes no dicen pero se pregunta, desde afuera, un espectador).
Al desplegar por completo el folio, de un lado queda una imagen única, un enorme póster de Panurgo (aunque no se dice, esta sola imagen muestra que ganó el debate) haciendo un gesto muy gracioso, con la indicación del orden de sus movimientos.
Como en toda su obra, aquí Montenegro aplica sus saberes como diseñador, además de como ilustrador, y nos brinda un libro hermoso y memorable, muy divertido de leer y que nos infundirá, casi sin palabras, profundas lecciones filosóficas, astrológicas, cabalísticas y alquímicas, cuando vayamos viendo y descifrando los gestos de ambos sabios personajes.
No se lo pierdan. Recomendado.
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