Estos libros fueron realizados por la misma dupla autoral, los textos son de Jorge Luján (prestigioso autor argentino de LIJ) y las ilustraciones de la artista italiana Chiara Carrer (ganadora, entre muchos otros, del premio Andersen en 1999). Siete Pablos fue publicado en México en 2020, por Ediciones Castillo; mientras que Siete niñas está por ser publicado muy pronto (2023) en Rosario, por Libros Silvestres.
Mientras leía estos libros me vino a la mente el poema “Los justos”, de otro Jorge (Jorge Luis Borges); en ese poema, se detalla un listado de personas que no parecen tener nada en común, definidas apenas por una acción o por un momento (“Un tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada. / Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto. / El que acaricia a un animal dormido.”) y esa enumeración se cierra, en el verso final, con una revelación sorprendente: “Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo”.
Aquí también se van presentando personajes que no parecen tener nada en común, excepto que son niños y viven en diferentes países de América. En Siete Pablos los une algo más, un nombre: todos se llaman Pablo.
De alguna forma, esos siete niños que se llaman igual funcionan como representantes de todos los niños del continente: un Pablo es hijo de un minero en Chile, otro vive en la selva amazónica en Ecuador, otro vive en un suburbio neoyorquino, otro es hijo de exiliados argentinos en México, otro está migrando con su familia ilegalmente, otro es hijo de un maestro rural en Perú, otro sobrevive en una favela de Río de Janeiro. De cada uno se nos presenta una escena que (a la manera de Borges) puede definir toda su vida hasta ahora: un niño sueña con ser policía para pegar bastonazos, otro querría ir a la escuela pero sabe que no es posible, otro extraña a su padre, otro enfrenta peligros que no debería enfrentar. Se llaman igual, pero son cuentas en un collar de infancias difíciles, en un continente difícil como el nuestro, lleno de pobreza y orgullo, de violencia y cariño, de incertidumbres y también de esperanzas.
Pero es cierto que no era justo que siete niños varones representaran a todas las infancias, y por eso el nuevo libro de Jorge Luján y Chiara Carrer, Siete niñas, funciona como complemento de Siete Pablos y también como segunda voz en un diálogo.
Estas siete niñas ni siquiera se llaman igual: no es necesario. No se conocen, ni se conocerán nunca. Las une, como a todos los niños, el impulso de llegar al futuro, de sobreponerse al dolor y a la injusticia, el sueño de vivir en un mundo un poco menos árido, un poco mejor. Y nos enseñan que aún en las circunstancias más difíciles es posible (y necesario) cantar, bailar y crecer.
Las siete niñas no se conocen entre sí, pero comparten el mismo sueño: descubrir por qué pasa lo que pasa, soltar lo que les oprime la garganta, y habitar con valentía el lugar que las espera desde siempre.
Las ilustraciones de Chiara Carrer son preciosas e intensas, en trazos negros de lápiz con toques de un solo color en las ropas de los personajes y en elementos sueltos (amarillos en Siete Pablos, azules en Siete niñas). Me gusta mucho cómo esta autora logra contar historias enteras a través de las miradas y las expresiones de los personajes.
En fin: dos grandes libros de Jorge Luján y Chiara Carrer, que vale la pena leer juntos o por separado, para conocer a estos niños y niñas y creer, al menos por un rato, que sus pequeñas pero valiosas vidas son el frágil puntal que sostiene nuestro mundo.
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