Este libro de cuentos de Beatriz Actis fue publicado en 2021 por la editorial cordobesa Nudista (https://nudista.com.ar/, tienen tienda virtual y hacen envíos a domicilio, y también ofrecen versiones digitales de los libros).
Hoy en día, los cuentos están un poco bajos, en su consideración como género y, en general, es más difícil publicar cuentos que novelas, al menos en los últimos años (solo por dar un ejemplo reciente, el excelente libro El ojo de Goliath, de Diego Muzzio, acaba de ganar el premio Filba-Medifé, pero para lograrlo debió publicarse y ser evaluado como novela, cuando en realidad son, podría jurarlo, tres cuentos largos). ¿Adónde voy con esto? No sé: pero diría, como para cerrar esta divagación inicial, que los lectores nos perderíamos muchas obras valiosas, si cediéramos a los dictámenes de la moda literaria y tacháramos los libros de cuentos de nuestras lecturas futuras.
Y las dificultades antedichas se potencian si, además, el autor o la autora es del Interior del país, en lugar de ser de Buenos Aires (ciudad y alrededores): más difícil aún que te publiquen.
Por todo esto, qué alegría leer este libro de Beatriz Actis, autora y docente santafesina (nacida en Sunchales, aunque reside en Rosario). Es un conjunto de siete cuentos conectados por cierto lugar (un lugar amplio: las provincias del Litoral argentino) y por ciertas circunstancias (como un viaje o un encuentro), de forma que si alguien prefiere considerarlo como una novela, aunque es innecesario, puede hacerse. Casi todos los cuentos, además, tienen detrás una “Variación”, que es como otro cuento totalmente distinto, en el que en forma muy sutil se toma algún elemento del cuento previo para plantear esa otra historia apenas paralela.
La prosa es tersa y envolvente, muy hermosa en su cadencia y agradable de leer; al leer, uno se siente por momentos como si estuviera leyendo historias de migrantes de Antonio Dal Masetto, o esos cuentos melancólicos y apenas extraños de Claire Keegan. Y cada tanto aparece un momento de humor brillante, que cambia el clima y el ritmo de la lectura. En varios de los cuentos no sucede mucho; pero en todos sí sucede algo esencial: la voz de quien narra. Esos narradores de cada cuento son los principales personajes (en algunos casos, los únicos), y uno se deja llevar por esas voces tramadas con exactitud y, evidentemente, con una gran capacidad para escuchar las infinitas variaciones del hablar en las personas, incluso las que comparten esa acotada (pero a la vez amplísima) geografía que llamamos el Litoral.
Todos los cuentos me gustaron, pero mis favoritos son “Cuento italiano”, “El poder del círculo” (en el que el círculo de un monociclo fugitivo se vuelve, en la variación, una ronda sectaria de personas) y “En el andén” (en el que un viaje a Europa para ver la tumba de Keats y el azaroso dibujo de un loco se transforman, en la variación, en el desopilante, pero a la vez tierno, relato de un rosarino que se “levanta” a (aparentemente) Charlotte Rampling (la actual, no la jovencita de “Portero de noche”).
[…] Se quedó callada. No había final para la historia, no contó qué había pasado con el niño y con la muchacha, si se habían quedado en Córdoba o habían vuelto a Rosario, juntos o por separado. Yo también callé, sin saber muy bien qué decir. Eran otras épocas, comenté después, como para romper el silencio, como para decir algo, y me quedé pensando, sumido en una rara mezcla de consternación y de alivio. A medida que Zuny envejecía, todo se hacía más transparente.
[…] Miré con detenimiento a Zuny, sentadita en el asiento delantero del auto, quieta, vieja, sola: ella no sabía que yo, desde el interior del negocio, la estaba observando. Aceptar el desorden, perdonar el pecado, pensé. El mundo, como yo lo había entendido y vivido hasta el momento, ya no existía. Quieta y vieja, pensé, mirándola otra vez desde lejos, pero no tan sola.
(En el final de “Cuento italiano”)
Pero bueno, no me extiendo más. Si pueden llegar a este libro, no se lo pierdan. Recomendado.
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