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¡Ay, qué desnudo está el emperador!

Este bello libro con texto de Alejandra Erbiti e ilustraciones de Cucho Cuño fue publicado recién (fines de 2020) por Riderchail, en su colección Versionaditos.



Es una divertida versión del cuento clásico “El traje nuevo del emperador”, y aquí Ale Erbiti se toma el tiempo de detener la mirada en los personajes principales y desarrollarlos: por una parte, el emperador, coqueto, frívolo, inseguro; por otra, los dos rufianes que llegan al pueblo y ven la oportunidad de hacerse ricos con un engaño osado e imaginativo. Las coloridas e irreverentes imágenes de Cucho Cuño nos muestran cada vez, sin embargo, las miradas astutas de esos supuestos “sastres” (de-sastres) y, en el omnipresente espejo que acompaña al rubio, pálido y poco atlético emperador, el reflejo nunca coincide con su imagen real, sino que muestra claramente sus miedos e inseguridades, incluso cuando se planta ante su corte como un monarca pleno de orgullo y poderío.


Desde ya que las niñas y los niños disfrutarán a pleno de esta historia llena de humor sobre las apariencias y las infinitas variantes del qué dirán y la estupidez humana. Quienes ya conocemos el cuento podremos apreciar, además, las variaciones sobre la versión tradicional que le dan color y “onda”, como la multiplicación de los pagos exigidos por los “sastres mágicos” (quienes incluso arman un taller abierto para que todo el pueblo engañado “admire” el arte de sus tijeras y sus agujas) y que la condición para ver el traje maravilloso no sea solamente la inteligencia, sino también la aptitud para el cargo público:


—Son sedas mágicas. Por eso, aquellos que son inútiles para ocupar el cargo que tienen o los muy terriblemente estúpidos no pueden verlas —explicaban los falsos sastres y hacían como que mostraban las sedas.

—¡Qué colores! ¡Qué brillo! ¡Qué suavidad! —exclamaban todos, porque nadie quería pasar por inútil o por muy terriblemente estúpido.


“El traje nuevo del emperador” está, pienso, junto con “El flautista de Hamelin”, entre los cuentos de hadas más políticos: no solo porque aparecen políticos como personajes importantes, sino porque esos políticos se ven retratados en sus facetas más crudas (¿realistas?): estás llenos de vanidades y mentiras, y utilizan su poder (y el dinero de sus pueblos) en forma discrecional e injusta, sin preocuparse en lo más mínimo por otro bienestar que no sea el propio.


Este era un cuento que le gustaba a Ursula K. Le Guin, quien resaltaba el rol del niño (los niños, en esta versión) a quien/es se le/s asigna la responsabilidad de poner en evidencia lo que el pueblo en su conjunto no quiere ver (o teme declarar, porque debería llevar, ineludiblemente, a una revolución): la enfática desnudez del emperador, una desnudez que demuestra precisamente lo que él tanto se esforzaba en ocultar: que es tan terriblemente estúpido como inepto para gobernar (en “El flautista de Hamelin” la ineptitud y falsedad del gobernante toma tintes más oscuros incluso, porque allí los niños no son heraldos políticos, sino rehenes).


[ Mini digresión: decía Ursula, en el final de una nota en su ya clausurado blog (“El niño interior y el político desnudo”), escrita cuando Trump aún no había asumido la presidencia allá en el norte:

Para notar que nuestros emperadores no tienen ropa puesta, ¿de verdad necesitamos esperar a que lo diga un niño? O incluso peor, ¿tenemos que aguardar a que se asome el “Travieso Niño Interior” de alguien? En ese caso, estaremos condenados a ver montones de políticos desnudos. ]


Así que este colorido y bello libro nos trae de nuevo, bajo los ropajes de un relato humorístico y “liviano”, unos cuantos temas importantes y actuales en relación con el poder, la niñez, el dinero y sus usos, el contrato social, la mirada de los demás sobre cada uno y sobre los poderosos y, por qué no, el excesivo apego a mirarse al espejo pero sin querer escuchar lo que el espejo nos dice.


Recomendado.

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