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Cuiqui se enamora que da miedo


Aprovechando que abrió ya la Feria del Libro acá en la ciudad de Buenos Aires, comentaré sobre algunos libros más, por si van por allí y les tinca buscarlos. Algunos nuevitos y otros que ya tienen un año o dos. No son reseñas, no, solo comentarios (no quiero sufrir impeachments por mala praxis de la crítica literaria, ni que me confundan con un blogger teenager, ja.

El que recomiendo hoy, por ejemplo, lo conseguí el año pasado, después de buscarlo bastante. Abran Cancha es la editorial: tienen muy buenos y bellos libros, pero no es fácil encontrarlos, durante el año, en una librería cualquiera. Pero en la feria están, les juro que los van a encontrar sin problemas.

Hoy les recomiendo “Cuiqui se enamora que da miedo”, de Alejandra Erbiti, con ilustraciones de Nicolás Prior. Como dije, de editorial Abran Cancha, colección “Caballo Rayo”. Es una novela breve humorística.

El género humorístico y la novela, en general, no se llevan muy bien, por la sencilla razón de que la sucesión y la concentración de chistes, tropos humorísticos y gags cansan rápidamente al lector (en particular si no es un lector ya formado) y le dificultan la tarea de seguir la trama y el recorrido de los personajes y sus problemáticas. Por eso para alguien que escribe una novela humorística, mantener la tensión (armonía estructural) y la atención (del lector) debe ser una preocupación constante.

Y la autora de “Cuiqui” lo consigue: el libro nunca decae, y tampoco deja nunca de dar risa. Es la historia de Cuiqui, el hijo menor de una familia monstruosa, y sus tremendos conflictos cuando se enamora de la máxima autoridad educativa de su escuela, una persona absolutamente horrible (lo que a él, por supuesto, le fascina). El texto acciona los mecanismos del humor a partir del extrañamiento, la hipérbole (exageración), el contraste de opuestos, el doble sentido, la referencia descolgada, el juego de palabras... recursos que a mí, personalmente (es una cuestión de gustos) me causan más gracia que otros (como por ejemplo la rima o la confusión del “diálogo de sordos”). Los recursos humorísticos son manejados con maestría y gracia, lo cual no es nada fácil.

Como todos los libros de literatura infantil-juvenil, a los lectores en formación les puede gustar, pero un lector ya formado (por no decir viejo, que queda feo) encuentra “capas” y hace lecturas que a un infante se le pasan de largo. Por dar un mínimo ejemplo, cuando Cuiqui conversa con su madre y esta le explica que no es probable que crezcan relojes ni relojeros, de los cucús que él enterró (“sembró”) en el pantano, la conclusión de la madre es “¡Cómo lo quiero! ¡Es tan insoportable!”. Lo cual a un lector en formación le sonará gracioso, pero a uno ya grande le parecerá, además, tan humanamente cierto.

Porque el humor deja espacio para la vida y el libro, por gracioso, no está libre de ternura. Así que lo recomiendo de corazón delator.


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