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Música para películas que no existen

  • vargassebastianh
  • hace 12 minutos
  • 3 Min. de lectura

Esta novela para jóvenes y adultos (o también, claro, como sugiere la colección en donde se publicó, para jóvenes adultos) acaba de salir (2025) en editorial Norma, colección Zona Libre Jóvenes Adultos, con la dirección editorial de Laura Linzuain, la edición de María Silva y corrección de Patricia Motto Rouco. La dirección de arte es de Valeria Bisutti y la tapa es de Carolina Marcucci (la composición en amarillo y negro, con toques de rojo sangre, ya nos advierte sobre el peligro que nos espera al abrir el libro).


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El epígrafe de Borges establece una comparación entre la literatura y la música, y esa idea nos acompaña a lo largo de la lectura de toda la novela, en la que Tomás, un músico desempleado y poco exitoso (y quizá mediocre, aunque no podríamos concluirlo sin escuchar su música) tiene una sangrienta pesadilla con un monstruo, el hombre de humo, y más tarde ese día se reencuentra inesperadamente con Matías Godoy, antiguo compañero del secundario devenido en escritor famoso.


Natalia, la novia de Tomás, establece rápidamente una relación de amistad con la esposa de Matías Godoy, Camila; y mientras la carrera literaria de Matías se llena de éxitos vertiginosos e insólitos, la vida entera de Tomás se va hundiendo poco a poco, entre sus pesadillas con el hombre de humo, sus propios intentos artísticos fallidos, los sinuosos devenires de su amistad con Matías y el deterioro de su relación con Natalia. Y al mismo tiempo, comienzan a suceder alrededor de ellos algunas muertes accidentales llenas de ominosas casualidades…


Esta novela siniestra me pareció un gran libro de Martín Blasco. Tiene un gran ritmo (yo la leí de un tirón), uno entra muy fácilmente en la historia y se interesa por lo que les sucede a los protagonistas, y a la vez un terror sordo está siempre al borde de asomarse hasta nosotros, por los sueños o por las realidades igualmente desconocidas y temibles que rodean a los personajes. Hay guiños a Borges (no solo en el epígrafe inicial), a las historias de pactos diabólicos (como el Fausto de Goethe), y hay también un aire a cuento de hadas, pero no en esas versiones edulcoradas y simplonas de los hermanos Grimm, sino de esos cuentos de hadas mucho más antiguos que las abuelas medievales les contaban a sus nietos, no para hacerlos dormir tranquilos, sino para que aprendieran a vivir, ojos bien abiertos, en estrecho contacto con el miedo.


Y además: este libro es un metatexto, una obra literaria que reflexiona (como mejor lo puede hacer una obra narrativa: sin explicar nada, solo narrando) sobre la literatura y, paralelamente, sobre la música, y la diferencia fundamental entre ambas: mientras la literatura se conecta con el mundo y las palabras buscan la mímesis, querer decir algo, significar, la música en cambio no busca ser otra cosa más que lo que es: un conjunto de sonidos, al que en todo caso son las personas quienes les asignan, más por costumbre que por necesidad, sentimientos, significados e ideas.


En fin: excelente novela de Martín Blasco, no se la pierdan. Recomendada.

 

Entonces entra una enfermera. Tiene un vestido ajustado negro y un barbijo del mismo color haciendo juego. Saluda a la figura misteriosa que continúa inmóvil en el mismo lugar y al hombre de humo con un gesto de cabeza. Luego, con movimientos profesionales, saca de una pequeña cartera también negra un bisturí. Siento que sonríe bajo su barbijo. La idea de que sonríe me la da el brillo de sus ojos. Clava el bisturí en mi ombligo. Hace un corte preciso hacia el costado derecho. Luego otro hacia el izquierdo. Un tercero, subiendo en línea recta, hasta mi cuello. Hay una música atronadora de fondo. Crece con cada corte. Como si el bisturí fuera la batuta que dirige una orquesta infernal. Llueve sangre, mientras el bisturí-batuta deja mi torso en carne viva. La piel queda colgando a ambos costados. La enfermera mira con orgullo el trabajo finalizado. Pienso que debo verme como un libro abierto. Mi piel cortada son las tapas y mi pecho, de carne y vísceras, las hojas.

—Todo empieza con un libro, pero la música estaba desde antes

—dice el hombre de humo, riendo.

Quiero responderle. No puedo. De mi boca solo sale sangre.


(en el comienzo del libro)

 
 
 

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