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La niña de agua


Continuando esta serie de comentarios-norreseñas, hoy les comento sobre “La niña de agua”, de Iris Rivera (texto) y Josefina Calvo (ilustración), en editorial Del Naranjo, colección “Luna de Azafrán” (una colección de libro-álbum [que no sé bien qué son pero que los hay los hay :) ] que tiene títulos notables, como “Tucán aprende una palabra”, de Márgara Averbach-Viviana Bilotti, “Mateo y su gato rojo”, de Silvina Rocha-Lucía Mansilla Prieto, “Necesito saber tu nombre”, de Graciela Repún-Rodrigo Folgueira, solo por dar ejemplos; es una hermosa colección).

Este libro lo tenía en mi pilita para comentarlo mañana, pero lo adelanto porque hoy domingo, a las 16 horas, si es que están en la Feria del Libro, pueden ir al pabellón verde, stand 806, y no solo lo conseguirán, sino que además se lo pueden llevar autografiado por las autoras. Y de paso las saludan de mi parte.

El texto del libro es un poema (Iris prefiere decir que ella no es poeta, que solo escribe versos, pero bueno, créanme que es un poema) que inicia presentando a la elusiva protagonista:

En el lago vive la niña de agua con las tormentas se despeina y araña las orillas pero en los días claros se vuelve transparente y nadie puede imaginar que existe.

Estos versos de presentación están en itálicas, como para destacar que son palabras de leyenda, de una voz sin tiempo. Y al dar vuelta la hoja comienzan los versos que narran la historia del otro protagonista, el pescador de lunas, que sale con su barca al lago y comienza una intensa y compleja y por momentos erótica (sutilmente eh, no se asusten) relación con la niña de agua. Pescador, niña, barca, agua, luna se van entremezclando mecidos por las palabras:

Era un canto envolvente parecido a una niebla casi un perfume.

Y esa es la sensación que uno tiene al ir avanzando por el libro, la de estar siendo mecido y envuelto por palabras que fluyen como el agua tranquila de un lago, inasibles pero también, de una forma difícil de precisar, decisivas y peligrosas.

Es, para mí, un texto mítico. Iris escribió un poema mitológico, en una mitología no de dioses furibundos, sino de fuerzas humanas y naturales despojadas de potestades, rangos y olimpos.

“La niña de agua” salió editado el año pasado, tuve la suerte de ir a la presentación del libro, allí Iris contó que había visto trabajos de Josefina Calvo en la gama de los azules, y por eso la invitó a ilustrar este texto acuático. Josefina le respondió que imaginaba, para el libro, imágenes en una paleta de rojo, negro y blanco. A lo cual Iris respondió: “Y bueno, ¡dale!”.

Así que, curiosamente, este libro sobre una niña de agua y que transcurre en un lago no tiene ni una gota de color azul. Suena una decisión extraña, pero el resultado es memorable: los tonos van avanzando de forma que remarcan el paso del tiempo, y esos colores resaltan esa cualidad mitológica que mencioné: facilitan, creo yo, que uno lea esta historia como algo que sucede en un tiempo mítico, un tiempo circular sin relojes. Las ilustraciones son collages que incluyen papeles traslúcidos e hilos (incluso se pueden ver, en la tapa y a lo largo del libro, los pequeños trocitos de cinta scotch que fijan los hilos, es un detalle precioso ese), y las imágenes han sido fotografiadas, de forma que la separación entre los hilos y el fondo, y entre las distintas capas de papel, genera sutiles sombras y espesores que reflejan las sombras y espesores que va generando el texto en sus oleajes.

Es uno de esos libros que uno se felicita a uno mismo cuando lo consigue, lo disfruta cuando lo lee y lo tiene después en el estante de los libros lindos para volver a él cada tanto, cuando uno necesita volverse pescador de lunas (o niña de agua).

O sea: recomendado.


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