Hoy les comento sobre la novela Lo que guarda un caracol, de Paula Bombara, publicada hace poquito por Loqueleo (Santillana), con la dirección editorial de María Fernanda Maquieira y la edición de Lucía Aguirre y Clara Oeyen.
En esta época en que la ciencia es cuestionada (desde parte de la sociedad) como un “gasto superfluo” (al igual que la educación, la inclusión, la salud y todo lo que no sea asfaltar calles, enriquecer a los ricos o comprar armas), Paula, en su carácter de científica (bioquímica) y escritora, nos trae una historia de científicos de verdad: un equipo de investigadores de la Universidad de Buenos Aires actual, enfrascados en una investigación sobre caracoles marinos, el director, Fernando Plazas, decide aceptar un nuevo integrante, un jovencito, Mirko.
Mirko es autista (funcional: habla, dialoga, piensa sin problemas, pero no demuestra empatía ni afecto, no mira a los ojos, se mueve torpemente, no acepta fácilmente los cambios…) y esa “rareza” que lo constituye es recibida de diferentes maneras por los demás integrantes del equipo: Lucrecia (la más “pichi” del grupo, hasta la llegada de Mirko) y los dos becarios, Alejo (ambicioso, brillante, pero inmerso a la vez en una problemática personal: él y su esposa están buscando un hijo desde hace tiempo, y no lo consiguen) y Agustina (dedicada, egoísta, y quien más se resiente ante la llegada al equipo de ese “freak” que lo trastorna todo y que se ve, al menos desde su punto de vista, como un lastre absurdo en la construcción de su propia carrera como científica.
La llegada de Mirko al equipo es traumática, y su integración a los demás, compleja. Pero poco a poco, los demás, al ir conociéndolo, van modificando (de distintas maneras) su primera impresión, y empiezan a creer (o esperar) que Mirko, con su muy particular forma de mirar el mundo y los objetos que contiene, tal vez podría aportar algo al equipo (o, al menos, no estorbarlos demasiado).
No voy a avanzar en la trama para no spoilear, pero es muy atrapante, tiene un gran ritmo, mantiene al lector en vilo. Y esto se logra también por la particular estructura que Paula le dio al libro, en el que cada parte:
- está encabezada por un fragmento de descripción científica, pero presentado como si fuera una poesía,
- se cierra con un “flashback” de la historia de Mirko;
- y está narrada por uno de los protagonistas; de esta forma, hay capítulos de Fernando, de Lucrecia, de Alejo, de Mirko, y cada uno de estos personajes tiene una voz bien diferenciada, “suenan” bien distintos unos de otros sin dejar de ser creíbles en ningún momento.
Hacía mucho que no leía una novela realmente polifónica, en la que las voces de los diferentes protagonistas confluyeran y se influenciaran mutuamente al avanzar la obra. Un gran logro de Paula, porque más allá de la gran dificultad de tener un protagonista autista (y de plasmar adecuadamente su forma de hablar, de pensar, su especial manera de decodificar y re-codificar la realidad), armar un libro con cuatro voces y con cinco personajes principales (aunque Agustina no tiene capítulos como narradora, es un personaje esencial también) implica una gran dificultad, y el libro nunca hace agua.
Nos muestra también, con perfecto verosímil, el funcionamiento de un equipo científico de investigación: no una “leyenda rosa” en donde todo es fácil y perfecto y antiséptico, sino un grupo humano donde cada integrante, además de su interés por conocer, tiene una vida, un carácter, defectos, virtudes, ambiciones, deseos, temores, como cualquier persona. Al avanzar el libro, nos damos cuenta de que el equipo de investigación es un personaje más, un ser de cinco cabezas que, sin embargo, hace y piensa distinto de como lo hace cada uno de sus integrantes. Me encantó eso también, del libro. Uno lee y entiende que investigar caracoles marinos (y que, en general, hacer ciencia) es importante, que no es “una pavada” ni “tirar dinero a la basura”, como diría un despistado al leer una nota en La Nación o tras escuchar un informe de TN.
El libro, además, tiene una bella tapa de caracoles en distintos tonos de azul.
En fin: un gran libro de Paula Bombara, una de sus mejores novelas sin duda, que seguramente ustedes disfrutarán tanto como yo. ¡Recomendado!