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El torno


Esta novela de Lydia Carreras fue publicada por Edebé en 2015, en la colección Periscopio (de la cual ya comenté dos notables libros, Playa de almas de Ángeles Durini y La zarza ardiente de Franco Vaccarini). La colección está dirigida por María del Carmen Caeiro y la novela fue editada por Ana Lucía Salgado.

Tardé un buen tiempo en conseguir el libro (Edebé no se caracteriza por una masiva distribución en librerías, precisamente), pero la lectura no me demoró nada: lo devoré. Es una gran novela, El torno, una muestra más de lo bien que escribe esta autora.

De entrada, uno inevitablemente conecta esta historia con otro famoso y excelente libro de Lydia, El juramento de los Centenera (Edelvives, 2007): ambas historias ocurren a comienzos del siglo XX, en la Argentina aluvional, protagonizadas por inmigrantes pobres que deben trabajar de sol a sol (y ese es el menor de sus problemas) para sobrevivir en ese nuevo lugar tan lleno de oportunidades como de peligros.

En El torno, la narradora es Ruth, una joven cocinera (soltera, y todo parece indicar que se quedará para vestir santos, porque “nunca se dio” una buena propuesta de casamiento y no tiene tiempo ni ganas que perder en esas cosas) que dirige la pensión La Victoria, en la ciudad de Rosario. A la pensión llega Regina Renzi, de 14 años, quien consigue trabajo como planchadora mientras cuida de su pequeño hermano. Su vida es trabajar sin pausa, hasta que conoce a Giovanni, muchachito que trabaja como dependiente en el almacén frente a la pensión, y comienzan un incipiente y secreto romance que, sin embargo, pronto tendrá consecuencias terribles y decisivas para ellos y para todos quienes los rodean, inmersos en una sociedad repleta de reglas, prejuicios y mandatos incuestionables y tremendos.

Paralelamente, en una acción secundaria pero más que conectada, una monja le encarga a su carpintero de confianza la realización de un aparato nefasto pero necesario: un torno, es decir, un dispositivo empotrado en la pared del orfanato que permite que una persona (una madre) abandone allí a su bebé recién nacido y, con un movimiento, lo haga girar sobre una bandeja hacia el lado interior del convento y eso permita que no muera de frío o inanición, como suele pasar cuando abandonan a los bebés de noche en el portal.

Un bebé está en la tapa de la novela, y esa imagen tierna se nos vuelve entre las manos también inquietante: un bebé puede cambiarlo todo, para cualquiera. Un bebé es frágil, pero no hay nada más frágil que el adulto que se desvive ante él.

Capítulo a capítulo, las garras de la tragedia se van cerrando sobre los personajes poco a poco, inexorablemente, y uno se siente, junto con ellos, como dentro de otro torno, un torno de esos que suman presión a cada movimiento. Cada vez los capítulos son más cortos, a medida que se avanza en el libro, cada vez el ritmo se acelera, y todo es a la vez previsible y sorprendente, mientras nos acercamos a un final deseadamente temido. Que por supuesto no contaré aquí.

Una gran novela, que si logran conseguir, les aseguro que disfrutarán; con un tema que resulta de incisiva actualidad y que harían bien en leer todes les jóvenes de pañuelo verde. Y aquelles de pañuelo celeste también.

Recomendada.


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