Hoy les norreseño la novela policial Sherlock en Buenos Aires, de Mario Méndez, publicada por SM a fines de 2018 en su nueva colección “Clásicos contemporáneos”, con la dirección literaria de Cecilia Repetti y la edición de Silvina Díaz y Luz Azcona.
En el mismo libro, después de la novela de Mario hay un estudio crítico de Rosario Troisi que habla sobre los textos clásicos y presenta la obra de Arthur Conan Doyle; y como cierre del volumen se incluye la nouvelle “La Liga de los Pelirrojos”, del mencionado autor. Así que tenemos aquí dos obras protagonizadas por Sherlock Holmes, en lugar de una, lo que permite un interesante diálogo entre las dos obras de autores tan alejados en el tiempo y el espacio, pero que comparten aquí un mismo personaje.
Porque la novela de Mario Méndez trata de eso: Sherlock Holmes llega a Buenos Aires, en 1905, para ayudar a resolver un caso difícil (la enigmática desaparición de miss Elaine, la hija de un importante funcionario de la Legación inglesa en la Argentina). Manuel Vallejos, un joven empleado de la Legación cuya madre es escocesa (ser bilingüe es esencial para su trabajo), es el encargado de recibirlo y también es el narrador de la historia. Desde el primer momento surgen imprevistos problemas, como el robo de un baúl del señor Holmes apenas arribado al puerto de Buenos Aires, y todo se complica rápidamente, mientras no se ve de qué manera de podrá llegar a resolver el imposible enigma de la desaparición de la muchacha.
La novela tiene un ritmo incesante y te va llevando como de las orejas todo el tiempo (que es algo que también tienen los textos de Conan Doyle). Me gustó mucho el caso policial que se plantea y cómo se resuelve, mientras que el “sub-caso” paralelo de la desaparición y recuperación del baúl le agrega una cuota importante de acción y aventuras a la trama.
El narrador, Manuel Vallejos (el autor me confió que el nombre de su personaje está tomado parcialmente de su propio nombre completo: Mario Manuel Méndez Vallejos); el narrador, decía, está bien armado y resulta mucho más empático para el lector que el elemental Watson, que casi siempre termina en las historias de Arthur Conan Doyle como una especie de Sancho tonto que solo sirve para que se luzca Sherlock y contar la historia. Lo que no es poco, claro; pero aquí, en Buenos Aires, el narrador aporta una cuota de humor, de simpatía y de iniciativa que hace que el personaje de Sherlock resalte aún más, y la historia gane bastante en su conjunto.
Sobre la resolución del caso no voy a espoilear nada, obviamente. Pero sí se resuelve, por supuesto, y en una forma memorable y perfecta, que nada tiene que envidiarle, por ejemplo, a “La Liga de los Pelirrojos”, el buen cuento largo con el que termina el libro.
En fin: si les gustan los policiales, no se pierdan esta novela, les va a encantar. Recomendada.