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El efecto elefante


Esta novela juvenil de la autora marplatense Marisa Potes, publicada por Del Nuevo Extremo en 2018, podría clasificarse dentro de lo que se llama comúnmente YA (young adult fiction, ficción para adultos jóvenes): hay una protagonista joven que narra (por lo general en primera persona) sus peripecias de aprendizaje en un mundo (presente o futuro) que se muestra, a menudo, hostil y apocalíptico. Como la saga Divergente, por poner un ejemplo.

A diferencia de Divergente, este libro está muy bien escrito. Los diálogos se sienten frescos y cercanos al lector, el universo ficcional se sostiene a la perfección, la trama resulta atrapante y no decae, y uno se encariña con esos personajes que avanzan, se atreven, se equivocan, se enamoran y sufren.

El efecto elefante nos presenta (en una tercera persona muy cercana a la protagonista) a Laura, una jovencita que encuentra por casualidad, en una caja polvorienta del archivo en su laburo, un extraño dispositivo que resulta ser un transportador, algo que puede llevarla lejos en el espacio y en el tiempo. Laura descubre entonces una misteriosa institución multinacional, el Cuartel del Tiempo, que se ocupa de enviar agentes al pasado para que corrijan (con riesgo de sus propias vidas, en muchos casos) las anomalías que se producen en la historia y mantener así el status quo de nuestra realidad presente (yo pensaría que este mundo es bastante desastroso, como para querer mantenerlo como está, pero la idea de que vivimos en un mundo que vale la pena proteger así como lo vemos es muy adecuada a un pensamiento juvenil y optimista).

Laura, una “fan” de la historia argentina, se convierte, tras pasar por algunas pruebas, en una agente más del Cuartel del Tiempo (como Mateo, el analista de datos agrandado, Facundo, el galancete creído, Renata y muchos más), y comienza a viajar hacia el pasado para resolver “anomalías”: hechos esenciales e importantísimos de la historia que se alejan de la versión de lo que ocurrió originalmente, y que si no son resueltos y llevados a sus cauces originales, podrían generar una “patada de elefante” que destrozaría nuestra frágil realidad (y nos hiciera esfumar en el aire, de pronto ya nunca existidos). “Si cuando una mariposa aletea en Japón provoca un tsunami en California, imaginate lo que puede provocar una patada de elefante”, le explica el friqui Mateo a la novata Laura.

Tengo dos verosímiles ficcionales a los que me cuesta mucho entrar: los zombis y los viajes al pasado. No hay nada más difícil de creer, para mí. Pero esta novela consiguió que me creyera todo: el verosímil de estos viajes en el tiempo (muy complejo, porque conjuga múltiples mundos posibles, realidades alternativas, paradojas físicas y disquisiciones filosóficas) está impecablemente construido, las escenas y los personajes históricos se sienten “vivos”, y ni una sola vez tuve que sacar la vista del libro para decir “ah bueno, ¿qué paparruchada es esto?” (como me pasó varias veces con Divergente, jaja).

En el libro hay además una trama policial (un asesinato irresuelto en la década de 1810), una historia de amor imposible (entre Laura y... ¡un soldado patricio del mil ochocientos!), varias historias de amores posibles en el presente (sea lo que sea que eso signifique) y muchos peligros, cuando se descubre que la multiplicación de las anomalías históricas no es algo “natural”, sino producto de un vil sabotaje.

El final (que no contaré, obviamente) deja todo listo como para que haya una segunda parte y esta excelente novela se convierta en saga. Y según lo que me contó la autora, que se publique esa esperada segunda parte es solo cuestión de tiempo (perdón por el chistecito, ja).

Hacia ese futuro vamos.

Mientras tanto, lean El efecto elefante. ¡Recomendado!


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