Dio la casualidad de que los últimos cuatro libros que leí están protagonizados por huérfanos, o por casi huérfanos, y los cuatro, aunque muy diferentes entre sí, me gustaron, así que los comentaré aquí en una pequeña serie dedicada a libros huérfanos. Voy, por elegir un orden, en orden de aparición; el primero será, entonces, Jane Eyre, novela de Charlotte Brontë.
Esta novedad editorial, publicada hace poquito, en junio (de 1847), podría clasificarse fácilmente como novela juvenil (e incluso, si les place, como chick-lit, literatura de chicas): está narrada en primera persona, por una protagonista teenager que va contando su vida, y la historia tiene viajes, algo de misterio, unas gotas de terror y magia inclusive, y una buena cuota de romance.
Tal vez varios de ustedes piensan, como pensaba yo, que leyeron este libro porque lo leyeron en la colección Robin Hood o similar cuando eran chiques: bueno, no. Nos mintieron en el tema de los Reyes Magos, y nos engañaron también en esto. La mayoría de esas novelas clásicas inglesas fueron recontramil adaptadas y cortadas, para ser presentadas como amables volúmenes de 200 páginas en las colecciones infantiles argentinas. Oliver Twist, por darles un ejemplo, de mi amigo Carlitos D., es en realidad un libro de 1.200 pepés, amigues; así que muy pocos humanos contemporáneos de verdad lo leyeron.
Y Jane Eyre es una novela que tiene 600 páginas en inglés, así que calculo que tendrá unas 700 en castellano. Nada que le haga siquiera cosquillas a un booktuber, pero muchos adultos lo pensarían dos veces, antes de emprender tal extensión.
Y es una pena, porque el libro vale cada segundo que le dediquen. La prosa es sencillamente hermosa. En su época la criticaron por ser “una escritura llana, simplona, carente de gracia”, pero debían estar muy drogados o algo así, porque la manera en que escribía Carlota, el ritmo y la fluidez de esa prosa es algo increíble. Como pasa con otros grandes autores también, la forma en que está escrito el libro te deleita, y releés párrafos solo para escuchar cómo suena eso.
Pero bueno, empiezo, porque si no no termino más y ni siquiera van a leer esta norreseña. Esta novela es la historia de una vida, la de la protagonista y narradora, Jane Eyre: una chica huérfana, sin familia, sin dinero, sin amigos, fea (al menos todos, incluida ella misma, la consideran así: es menuda, delgaducha, con cara de laucha), sola, con mal carácter, respondona, asustadiza y pesimista. Y sin embargo, uno se enamora de ella, al leer su historia, y se desvive (como los lectores podemos hacerlo) porque por fin la taba de la fortuna se dé vuelta para ella y le vaya bien o, al menos, un poco menos mal.
En realidad no se cuenta TODA la vida de ella, sino enfocándose en el período entre los 10 años y los 19. En ese lapso, ella tiene tiempo para ser maltratada por sus tutores, enviada pupila a un colegio para huérfanas donde está a punto de morir de hambre y frío, seguir allí hasta volverse maestra, mandar su CV para ver si consigue laburo fuera de allí, conseguir trabajo como institutriz de una nena en una mansión medio venida a menos, enamorarse del dueño de la mansión (míster Rochester, un tipo veinte años más grande que ella, mal llevado, feo también, desconsiderado, impetuoso, directo y desconcertante), que el dueño se enamore, tras muchas vueltas, de ella; que estén a punto de casarse... Y ya no digo más, para no espoilear (tengo la esperanza, optimista de mí, de que alguno corra a leer el libro, a partir de leer esto, jajaja).
También pudieron haber visto la película (alguna de las miles que se hicieron): pero no es lo mismo (incluso en buenas versiones fílmicas, como la protagonizada por Mia Wasikowska en 2011). Les juro que no es ni cerca lo mismo. Lean el libro, si pueden, y no se arrepentirán (si lo pueden leer en inglés, mejor; si no, por favor busquen una traducción potable y completa, tiene que haber más de una). Serán muy felices, acompañando las grandes penas y los pequeños logros de esta pobre huérfana, fea, pobre, peleadora y maravillosamente encantadora.