Este es un autor que siempre vale la pena leer y releer. Más allá de su fama de Nostradamus de adelantos científicos, sabía escribir. Sus historias de viajes y aventuras, a pesar del siglo y medio casi que cuentan, siguen siendo legibles para un niño actual, y para un adulto actual también (aunque me temo que muy pocos adultos leen a Verne hoy, y lo mal que hacen).
Este libro no está, ni cerca, entre los más famosos del autor. Diría más bien que es uno de los menos conocidos (aunque seguramente no es el menos-menos conocido, escribió montones de libro Julito y a algunos no los conoce casi nadie). Y si bien no es mi favorito de Verne (Miguel Strogoff ocupa ese lugar, diría), El rayo verde está sin dudas en mi top cinco.
No hay aquí adelantos científicos alocados, ni viajes extraordinarios por lugares increíbles, ni personajes impactantes y únicos... peeeero... Tiene lo suyo, el rayo. Quizá sea, entre las muchas novelas del autor, la más romántica. Quizá, la más feminista (de las de Verne digo, eh, tampoco se crean).
Leí El rayo verde de adulto (aunque ya hace más de veinte años) y a partir de haber visto la maravillosa película de Rohmer de igual título. Es una peli muy Rohmer (no esperen algo tipo Terminator 6, digamos) y no es un cover del libro, sino que ambas obras remiten al mismo fenómeno óptico-atmosférico: cuando el Sol se pone sobre el mar tranquilo, el último rayo que llega a nuestros ojos es, si se dan ciertas condiciones, de color verde. Según Verne, “de un verde maravilloso, de un verde que ningún pintor puede obtener en su paleta, de un verde cuyo matiz no ha reproducido jamás la naturaleza, ni en las variadas tintas de los vegetales ni en el tono de los mares más transparentes”.
Pero además del color, hay una tradición, una leyenda alrededor de ese rayo: quien lo mire conocerá la verdad que hay en su propio corazón y en el de los demás, y no podrá equivocarse nunca en cuestiones de sentimientos. (Digresión: en un libro mío inventé un objeto mágico que hace más o menos esto; y aunque jamás pensé en el rayo verde mientras escribía esa historia, bien podría haber quedado esa idea en algún estante de mi memoria, para recordarme ahora que nadie inventa nada bajo el sol).
Pero bueno, les comento brevemente de qué va. Ocurre en Escocia. Una jovencita escocesa, miss Campbell, huérfana (esta norreseña cierra la serie sobre libros huérfanos, sí), es conminada por sus tíos-tutores, Sam y Sib Melvill, a que contraiga matrimonio con un pretendiente adinerado que le eligieron, Aristobulos Ursiclos (quien resulta ser, cuando lo conocemos más adelante, un seudocientífico pedante y realmente insoportable). Ella no puede negarse de plano, pero responde que antes debe ver, sí o sí, el rayo verde.
Los tíos, con tal de casarla, aceptan, y los tres comienzan un viaje por barco a la costa atlántica (piensen que tienen que tener el mar hacia el oeste, para ver el dichoso rayo). Los tíos citan por su cuenta al mismo barco al Aristobulos, como para que ya la vaya conociendo a la huerfanita). Cuando están en el barco por ver el rayo verde, ven los restos de un naufragio y entre que rescatan a los náufragos, se pierden de ver el rayo. Entre los náufragos hay un joven, Oliver Sinclair, con quien miss Campbell pega onda enseguida. Sinclair es pintor y poeta, y obviamente más encantador y apuesto que el frío y pedante científico Ursiclos. Más pobre, también, pero a quién le importa (a los tíos sí, claro).
El pibe se siente en deuda con la miss Campbell porque lo salvó, y la acompaña en sus sucesivos viajes e intentos por ver el rayo verde, que se ven todos frustrados por los más diversos motivos (que una nube de último momento tapa al sol, que el mar está muy picado, que justo se cruza un velero y les tapa el rayo, que les pica la espalda y se dan vuelta para rascarse (no, esto último lo inventé recién).
Buscando el mejor lugar para ver el rayo, miss Campbell llega a la cueva de Fingal (el padre de Osián, protagonista de un poema tan épico y romántico como apócrifo, que fue furor en la época, aparece por ejemplo también en el Werther de Goethe) y allí la agarra una tormenta tremenda, tsunamiesca. Se refugia en la cueva, pero está peligroso todo. Oliver Sinclair se lanza a la cueva para rescatarla, justo antes de que quede sellada por el mar que sube.
¿Lograrán salvarse o perecerán? ¿Verán, vivos o muertos, el dichoso rayo verde, o deberán conformarse con el rayo negro de los ojos de él o el rayo azul de los ojos de ella? No les digo.
En fin: un gran libro. Y les termino, por terminar, con un consejo: no busquen el rayo verde en Mar del Plata, porque el sol de pone palotro lao, amiwis.