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Ser

Este libro con texto de Ángeles Durini e ilustraciones de Natasha Dyszel fue publicado recién (2024) por Aique, en su flamante colección El Trébol Azul, dirigida por Cecilia Repetti. La coordinación editorial es de Rosalía Muñoz y el diseño de la colección es de Adriana Llano y Código Arte.


Antes de hablar del libro, unas palabras para la apuesta valerosa que significa comenzar una colección literaria, siempre, pero particularmente en el contexto económico actual. Hacía mucho que Aique no producía libros de ficción LIJ, así que celebro mucho esta nueva colección, cuyo título homenajea a una de las series de textos escolares más emblemáticas de esa histórica casa editorial argentina.

 

Ser nos presenta un texto breve pero sustancioso (una sola línea por página, dos líneas a lo sumo), que se amalgama con grandes y divertidas ilustraciones. La situación inicial nos muestra a una niña que mira a una mosca posada sobre una planta junto a la ventana y piensa “Me gustaría ser mosca”. Este inicio simple (pero filosófico y profundo, porque apela a la tan humana pulsión de saber quiénes o qué somos, y al deseo inevitable de ser otros, de ser distintos de nosotros mismos) tiene una inmediata vuelta de tuerca cuando, en la hoja siguiente, es la mosca quien mira a la nena y piensa “Me gustaría ser niña”.


De allí en adelante, la historia se bifurca y se van alternando páginas en las que la niña detalla qué le gustaría hacer si fuera mosca, y otras en las que la mosca describe por qué motivos querría ser una niña (algunos sorprendentes y hasta emocionantes, motivos que los humanos no imaginaríamos como prioridades de nuestro ser, como “Para que me peinen”, o “Que vuele mi pelo al viento”, o “Soñar”). Y mientras va avanzando la historia, la niña se amalgama con la mosca (como cuando piensa “Cambiaría mi moño azul para mirar con ojos de mosca” y en la imagen se la ve, en efecto, con ojos redondos y múltiples de insecto) y la mosca se hace una con la niña (como cuando declara “Daría mis alas por tener brazos” y la vemos con dos ojos humanos en su cara de mosca y un largo brazo, impropio de una mosca que se precie).


A pesar de su brevedad, el texto es muy tierno y a la vez, en mi opinión al menos, un poquito siniestrito, porque esas mezclas de humano e insecto me recordaron a la película “La mosca”, que no termina muy bien que digamos (la tapa del libro expresa muy bien esa cualidad de ternura siniestra, con la nena con moño y enterito, pero con ojos infinitos de mosca). Las ilustraciones de Natasha Dyszel me parecieron geniales, imágenes de técnica mixta y colores acuarelados hechas a cuatro colores (literalmente cuatro: un celeste-azul, un rosa-anaranjado, un amarillo y el negro para algunas líneas y unos pocos elementos).


El libro me recordó también, claro, el poema de Antonio Machado (“Inevitables golosas / que ni labráis como abejas / ni brilláis cual mariposas, / pequeñitas, revoltosas, / vosotras, amigas viejas, / me evocáis todas las cosas”), que me fue musicalizando (en la voz de Serrat) mentalmente toda la lectura.

 

En fin: un libro breve, hermoso, original, creepy, profundo, divertido e impactante, que harán bien en ir a buscar volando y que les seguirá revoloteando alrededor durante muchas tardes de calor. Recomendado.

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