Este libro de poemas de Cecilia Obregón fue publicado recién (julio de 2023) por Halley Ediciones, con la dirección de Mariana Kruk. La ilustración de tapa es de Nora Pojomovsky.
[Digresión: Cecilia es docente, profesora de Lengua y Literatura, y fuimos compañeros en el profesorado Joaquín V. González de la ciudad de Buenos Aires, años (muchos ya) atrás.]
Aquí, nos propone un libro organizado por ambientes, por partes vivibles de una casa (o de varias casas, en realidad, por eso el título general está en plural): “Jardín delantero”, “Cocina comedor”, “Dos habitaciones”, “Un baño”, “Fondo”, “Terraza”, “Cochera”, “Cosas en las casas y más”, “Limpieza”, “Cuarto propio”. A su vez, dentro de cada ambiente, los poemas pueden referirse a un objeto (“Mueble de cocina”), a un ser vivo (“Polillas”), a un recuerdo relacionado con un objeto que está allí (“En el camino”, dentro de “Cochera”).
(...) Una familia
finalmente se instaló
de tu lado
del placard.
¿Vas a soportar
la desnudez?
¿Vas a dejarte
vaciar?
Afuera
el viento azota
los llamadores
es hora de ventilar,
insisto
no sé si me escuchás:
es hora de matarlas.
(en el poema “Polillas”, dentro de “Dos habitaciones”)
Los poemas van avanzando así, en versos sinuosos y sugerentes, con lenguaje directo y despojado y con algo que a mí, al leer, me sonó como certeza. Es que el principio constructivo que organiza el recorrido, este ir metiéndose en partes de la casa, hace que la voz poética que nos habla, como en el oído, tenga al mismo tiempo una cualidad racional, científica, que analiza (poéticamente) cada objeto contenido en cada parte de las casas (que forman, a su vez, una única casa: la mansión de la memoria), para ver no sólo qué es cada elemento y en qué tiempo y lugar se despliega su ser, sino qué significa, en lo profundo, para la voz que lo convoca.
Traer esos elementos, inventariarlos, los rescata: escribirlos, decirlos en un poema, es una forma de ubicarlos en un tiempo (presente) y en un lugar del que nunca se pierdan (como el mnemónico del libro de Luria, que ubicaba cada cosa en un estante de su memoria y lo guardaba allí, para cuando quisiera ir a buscarlo). Por eso el poema-epílogo es, para mí, el que mejor representa el arte poética de este libro:
Epílogo
una vez tuve un tragamonedas de metal
con esqueletos verdes
lo tenía en mi casa de la infancia
luego se perdió
nunca supe cómo
lo escribo ahora para no perderlo más
Bajo esa mirada poética, cada elemento se vuelve vivo, incluso un cajón o un juguete. Cada elemento se vuelve un condensador de tiempo, un cajón de tiempo vivido, y es, en ese sentido, notable y decible. Y nosotros, quienes leemos los poemas, podemos conectarnos también, a través de esas cosas y esas casas, con la voz que las trae hasta nuestro aquí y ahora.
En fin: un excelente libro de poesía. Como todo poemario publicado por una editorial pequeña, es difícil verlo en el azar de una librería; para llegar a él más fácilmente pueden contactarse con la editorial (halleyediciones@gmail.com) o con la autora (mceciobre@gmail.com).
Recomendado.
(...) Las piezas de un recuerdo
nunca encajan del todo,
así las reglas de mi ahuecada memoria.
A la vuelta,
sandías entre sandalias,
volvimos pesados
de las cosas del universo que traíamos,
y volvimos enormes,
porque nos trajimos un tiempo
indestructible
como el anaranjado fiat mil quinientos.
(en el poema “El viaje”, dentro de “Cochera”)
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