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El atajo

Esta novela juvenil de Lydia Carreras se publicó recién recién (2021) por Edelvives, en su colección Alandar, con la dirección editorial de Natalia Méndez. Es una novela realista, con capítulos cortos en tercera persona que van construyendo un relato implacable, sin respiro, concesiones ni puntos muertos.


Diría que hay dos mitades, en el libro. En la primera, conocemos a Candela, la protagonista, una adolescente que se pelea una vez más con su madre y se va de la casa, aunque no tiene adónde ir a parar. Conoce en un boliche a Marcia, una brasileña pintona y de gran carisma, conversan y se hacen amigas. Marcia, al escuchar que ella está buscando dónde parar, la invita a su departamento, que aunque es pequeño, a Candela, que vive en una villa y en un contexto de eternas carencias económicas, le parece un palacio. Marcia, además, la ayuda a encontrar un trabajo ocasional, le presta dinero... Candela saborea otro mundo, otra vida, una vida diferente, y le gusta: ya no quiere volver a la villa. Quiere encontrar la forma de no tener que volver, aunque sabe que no podrá quedarse para siempre ahí, como invitada de su nueva amiga, que estudia medicina en Rosario pero cuya familia sigue viviendo en Brasil.

Llega un punto de inflexión: la madre de Marcia tiene un problema y ella debe viajar hacia allá. Y le propone a Candela que la acompañe: su familia le dará trabajo en Brasil, y al volver tendrá el dinero suficiente para vivir donde ella quiera. Y Candela acepta.


Entonces, el capítulo titulado “El atajo” (como el libro), que relata el cruce de la frontera hacia Brasil (por un atajo, porque Candela no tiene documentación necesaria para cruzar legalmente) da inicio a la segunda mitad del libro, en el que Candela se da cuenta, demasiado tarde, de que cayó en una trampa, de que su candidez en creer que podía tomar un atajo a una vida mejor la hizo presa fácil de quienes la acechaban, que es la víctima de una poderosa e impune red de trata y prostitución y que jamás podrá salir de allí viva. O que si hay alguna chance de escape, es tan ínfima que no vale la pena creer en ella.


Hay una gran maestría en cómo el lector es llevado paso a paso en el recorrido que hace la protagonista: es tan fácil caer en la trampa que los lectores caemos también, nos creemos todo, confiamos. Y cuando ya es tarde y nos damos cuenta de lo que sucede, es demasiado tarde también para nosotros, y la chance de escapar de esa mafia criminal que secuestró a Candela se siente casi inverosímil, casi imposible, como dependiendo de imprevistos héroes y de casualidades milagrosas (y sabemos que, pase lo que le pase a Candela, la mayoría de las chicas reales que caen en esas redes jamás podrán salir).


Otra gran novela de Lydia Carreras, excelentemente escrita, que te deja con la piel de gallina y pensando en lo horrible que puede ser el mundo pero también deja un resquicio para creer que hay caminos para combatir esa maldad, y la literatura es uno de ellos.

Recomendada.

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