El lobo y su hora
- vargassebastianh
- 29 abr
- 5 Min. de lectura
Este libro de poemas de Laura Devetach fue publicado por La Gran Nilson recién (abril de 2025), con edición de Alejandra Correa.

Ayer estuve hablando en la presentación del libro, que se hizo en la Feria del Libro de Buenos Aires, compartiendo mesa con Laura Roldán Devetach y con Cecilia Bajour, además de la propia Laura Devetach, que estuvo presente y hacia el final tomó la palabra y respondió preguntas y homenajes del público; fue un evento muy cálido y emotivo. Aquí reproduzco solo unos poquitos de los 30 poemas que integran el libro, y a continuación incluyo lo que yo dije en la presentación.
Solo agregaré que este es un gran libro de Laura, y lo recomiendo con fervor.
1
Ella creía que la hora del lobo
era un momento del día.
Ella creía que la hora del lobo
se espantaba
con mate amargo
oliendo jazmines
dibujando monigotes flacos
sobre vidrios empañados.
Ella creía puras mentiras.
4
Se relame en silencio
como dibujado sobre un papel.
Ella oye el chasquido de la lengua
en tan tensa quietud.
Siente en su propia boca el sabor de su cuerpo
el que siente el lobo en su lengua
todavía vacía.
8
Sobre el espejo
escribió
yo, lobo.
Pudo ver su rostro
sonriéndose
con aire de narciso.
18
Poco antes de la hora
el lobo la espía.
Ella pone tomates secos en remojo
mientras
riega las plantas
enciende algunas velas
hace sonar la música
vigila la casa.
Ella trabaja
para que mientras todo se enloba
haya cosas haciendo luz
haciendo sabores
haciéndose.
Los mientras
fronteras
las rejas para el lobo.
25
Ella tejió caminos, ciudades
días y días
con veinte poemas de amor
con una canción desesperada
con golpes tan fuertes
yo no sé
como del odio de Dios
con lobizones
el retumbar de las murgas
las gotas del mandolín
mil y una noches
de papeles
van van van
mil y una noches.
Estar en esta mesa, en esta feria del libro, presentando con gente amiga y admirada este hermoso libro de poesía es un privilegio para mí, y un orgullo, y me da un poquito de miedo también. Pero el verdadero privilegio, la gran alegría es poder ser lector de Laura Devetach, poder leer toda su obra, esos cuentos, esos poemas que creó y rondarlos una y otra vez, como un lobo.
Hay una película de Ingmar Bergman que se titula La hora del lobo, y allí ese nombre remite a las horas más oscuras de la noche, cuando muere más gente, cuando hay más nacimientos: las horas de la desesperación en las que aparecen los fantasmas y no se puede ni prever un futuro de luz. Pero esa hora no es esta hora de este lobo, como se aclara en el primer poema del libro. Este lobo empieza su acechanza a plena luz del día y cuando llega la noche ovilla y desovilla el círculo de la luna con una obsesión que tiene mucho de erotismo, a la vez que de una ominosa sensación de peligro inminente.
Por eso este libro, El lobo y su hora, tiene al Lobo como un personaje principal; pero no es cualquier lobo, no es un lobo-lobo, un cánido como el de Colmillo Blanco, que caza en manada y responde únicamente a sus instintos y desarrolla una fidelidad férrea hacia quien considera su amo; este es un lobo solitario, astuto, peligroso, varonil, seductor, atractivo como Clark Gable en Lo que el viento se llevó, que no dice muchas palabras pero puede tener una mirada elocuente y una dentadura filosa y amenazante para respaldarla… En fin: es el Lobo de los cuentos de hadas, el villano del cuento de los tres chanchitos y, especialmente, el de “Caperucita Roja”.
Pero el Lobo, por más que aparece en la tapa y en el título, no es el protagonista de estos poemas; la verdadera protagonista del libro es, por supuesto, ella, la poeta, esa voz poética que es como una Caperucita adulta que sobrevivió, que vivió y aprendió que no puede evitar el acecho del Lobo, pero sí puede decidir no ser una presa. Que el Lobo puede verla y relamerse, pero ella nunca será solo comida. Que al remojar los tomates secos o regar las plantas está perfeccionando el acecho, está haciendo nacer desde dentro una nueva forma de cacería más sutil y por eso mismo más efectiva; ella desenrolla su voz en versos que van de Neruda a Vallejo, de lo eterno a lo cotidiano, de los días iguales a las mil y una noches, y van van van. En esa trampa-poesía que ella construye el Lobo es acechado y perseguido y rondado y enlobado sin siquiera darse cuenta de que esa presa hace mucho se convirtió en su predadora. “Yo, lobo”, escribe ella en el espejo y sonríe porque sabe que es cierto, que al asumir para ella a ese Lobo y hacerlo parte de su vida, al dialogar con él (sea lo que sea que signifique dialogar con un lobo feroz), al intentar traspasar sus barreras de silencio y sus disfraces de tristeza, está rebelándose también contra ese final del cuento en el que debe ser rescatada por un leñador (otro disfraz del mismo lobo), y le da al viejo cuento un final más satisfactorio y también más realista, en el que ella misma toma las riendas de su destino y ya no está sola, no está desamparada, no es víctima pero tampoco enemiga del Lobo, sino que esa mutua acechanza los unió en una relación compleja y difícil de explicar (pero por eso mismo muy humana) donde conviven el deseo, el miedo, la pena, el amor en sus diferentes colores y ropajes y en su íntima desnudez, y por la cual ahora estarán siempre juntos, aunque él se vaya en otras acechanzas. Ella ya no es (solo) esa niña desamparada, el lobo ya no es (solo) una fiera salvaje e inescrupulosa. Ahora son mucho más. Y me pregunto si el Lobo se dará cuenta a tiempo de que cuando ella menciona “la hora del lobo” lo que en realidad quiso decir es que, por fin, al lobo le llegó su hora.
No quiero extenderme mucho, así que solo reafirmaré que este es un libro hermoso y profundo, con una edición bellísima de Ale Correa para La Gran Nilson; que siento una gran alegría lectora por poder leer este nuevo libro de poesía para adultos (para re adultos) de Laura Devetach, y que estoy seguro de que ustedes también lo disfrutarán mucho.
Gracias, Laura, por esta y por todas tus obras. Gracias siempre por compartir con nosotros el camino largo de tus palabras, una parte de tu vida como ese bosque oscuro pero amable, la choza de madera de tu poesía a la que llegamos sin saber qué va a ser de nosotros, pero igual abriremos esa puerta a lo salvaje y a lo escondidamente tierno cuando suene, para bien o para mal, la hora del lobo.
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