Este libro de poemas de Marcela Cabrera fue publicado a fines de 2022 por Rangún, con la edición de Valentina Calens Dobra e ilustración de portada de Duncan Nelson.
Entre la frase medieval del título y el epígrafe de Lorca (de Poeta en Nueva York, encima, mi libro favorito de Federico), ya desde el inicio me imaginé que este libro iba a estar bueno. Y aun así, me sorprendió felizmente.
Hay en este poemario una fuerte impronta lorquiana, sí, y muchas referencias directas (como hablar del duente y el ángel, o decir “las cinco de la tarde”, o mencionar a una jaca negra, la Luna, los toros, un puñal), pero el gran protagonista de estos poemas es (como en todo poema, claro, pero aquí está puesto en primer plano) el lenguaje; no solo las palabras que se enhebran, sino la forma de las palabras: porque muchas de las palabras de los poemas están escritas en castellano medieval, y los poemas suenan como un texto medieval-renacentista:
18
Non vos temedes
—dijo—
si un inhumano
cazador
se pierde en
las fauces
laberínticas
de un
invicto
león, non.
Deja
a la fiera
yantar
con razón
y con Dios.
Sólo
temedes, vos,
a unas manos
cargadas
de espanto y de
trueno.
Sólo vos temedes a los
verdaderos daños, dijo,
con sus
ojos
claros.
No son poemas medievales, claro que no. Tampoco son cien por ciento lorquianos (aquí los versos son muy breves y el ritmo avanza muy rápido, como el suave golpecito de madera de un metrónomo, tac tac tac tac); pero el haber elegido esta forma de decir, esta forma extraña del lenguaje, genera un extrañamiento mientras vamos leyendo: las palabras del poema nos obligan a que les prestemos atención, a que descifremos qué son y por qué se nos muestran así, además de qué quieren contarnos.
Tanto el universo de Lorca como el castellano medieval (dos mundos que se tocan pero que solo en estos poemas se superponen) son traídos aquí como palabras (palabras de nuestra herencia, de lo que nos constituye), como sonidos encadenados, no con sus respectivos referentes (estoy diciendo lo que me pareció a mí, eh, non crederes que os doy certezas). Cuando uno de estos poemas dice Alhambra no está refiriéndose al lugar preciso en Andalucía: cuando dice jaca o ballestería o banderillero, está poniendo en juego las palabras y cómo nos suenan, no un animal preciso o el accionar de cierta arma.
¿Y qué nos dicen, estos poemas, en esas palabras extrañadas? No mucho, pareciera. No hay acciones, no pasa prácticamente nada, en ellos. A lo largo de los poemas uno puede identificar que hay una persona (una mujer, quizás) con ojos claros (verdes, casi con seguridad) que mira y dice algunas cosas sueltas que escucha quien desgrana los versos, que piensa algunas cosas, y teme otras. Hay un horizonte de cacería (como en muchos textos medievales) o de contemplar un locus amoenus, una naturaleza amable, y un horizonte de drama (andaluz), pero salvo esas poquitas cosas, no pasa nada.
Salvo, por supuesto, el tiempo. Estos poemas (todos sin título, todos encabezados solo con un número, como los poemas de Petrarca) son, principalmente, sobre el tiempo y las palabras (¡nada menos!). El pasado (traído a nosotros en la conformación misma de lo que se está diciendo) y el presente, que suena lejano pero está ocurriendo aquí y ahora, mientras los versos nos golpean suavemente con su goteo constante. Por eso el título del poemario es genial: la frase en aquesto estando se utilizaba, en las narraciones medievales, para presentar un episodio nuevo, algo que está a punto de ocurrirles a los protagonistas de una narración: “Mientras estaban en esto, se les apareció un caballero andante y...”. Pero aquí y ahora, en nuestro siglo XXI, en aquesto estando, hablar de unos ojos claros y un temor al ballestero y de árboles ensoñados y yelo derritiéndose al sol es algo completamente diferente de haber dicho exactamente lo mismo hace quinientos años (ya lo sabía Borges, cuando nos presentó a Pierre Menard). Y por eso, al menos para mí, estos poemas suenan urgentes y suenan nuevos (y suenan bien), aunque estén disfrazados de palabras antiguas.
Pero ya dejo de hablar, porque no quiero extenderme demasiado. Un sorprendente y encantador poemario de Marcela Cabrera, a quien no conozco en persona, pero es profesora de Lengua y Literatura egresada del Joaquín V. González (como yo); vi que en el facebook puso algunos poemas de “Aquesto estando II”, y esperaré ese libro también, mientras me quedo, en aquesto estando, entre las altas juncias alrededor de la ribera de frescura.
Recomendado.
30
Aguamarina
y alameda encina
sus dos
ojos
dando forma
justa
al mundo
todo.
De arboledas redimidas
mundo esotro. Un tumulto
escuro de
resuello
vitorioso. Banderilleros de
arena y
sangre
trastabillan punterías
en la tarde. A las
cinco
en punto
de la herida
sus dos ojos
imaginan
mundo
esotro.
コメント