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Estrellas negras

  • vargassebastianh
  • hace 12 minutos
  • 3 Min. de lectura

Este libro de poemas de Natalia Schapiro se publicó en 2024 (la edición es de la autora, así que puede conseguirse hablando con ella, por las redes o por mail: schapiron@hotmail.com). El diseño y las ilustraciones (incluyendo la de tapa) son de Cecilia Gandolfo, y la edición, de Alejandra Pérez Tujague. Mariana Finochietto escribió una muy bella presentación.

 

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Me gustan los poemarios que tienen un hilo conductor, un sendero de sentido que los engloba y los distingue. Los que, en fin, cuentan una historia (claro que la poesía no necesita contar historias; solo digo que ese “acercamiento narrativo” me gusta a mí, que soy, primordialmente, un lector de narraciones). Y aquí, en este hermoso libro de Natalia Schapiro, la historia que se cuenta es la de un amor. Aunque sería más exacto decir: un desamor. Un amor que terminó, porque la persona amada se fue (no sabemos cómo exactamente ni en qué circunstancias, y no tiene importancia, en tanto el resultado es el mismo: ya no está).


Y los lectores vamos avanzando así, como en una novela o como si estuviéramos leyendo un diario íntimo, por un río bullente de poemas sin título ni número, como un hilo de pensamiento solo interrumpido por el necesario dar vuelta de las páginas, mientras la voz poética se desgrana en un intento de explicar eso que sucedió (el corto amor y el largo después), y aun en los primeros poemas, en esos que giran alrededor del amor cuando aún estaba vivo, ya se pueden leer las señales de algo que estaba ya destinado a terminar.

 

Te mandé un poema

me quedé esperando

que asomaras

rato largo estuviste

tal vez leyéndolo

una línea unía nuestras respiraciones.

Después me sentí tonta

quizás oías audios

y yo mirando tu nombre, sola.

 

Pero el amor terminó de repente (o al menos se sintió así) y demasiado pronto (lo mismo: al menos así se sintió), así que los poemas pronto se convierten en un intento desesperado por darle un nuevo cauce a las palabras, un nuevo motivo a esa existencia de pronto vacía.


Quitarse del cuerpo un amor

arrancar sus alas frescas

desgranar sobras resecas.

Siempre sangra el filo del adiós.

 

Y al leer vamos acompañando esa voz, sintiendo también, en parte, esa apenada desolación-desazón-desconcierto (porque la mayoría de nosotros anduvimos alguna vez por un camino similar, en algún momento de la vida).


Los días son todos iguales

ya no se ordena el tiempo

según cuánto falta

para verte.


Donde las sensaciones se van volviendo también recuerdos, resaca de un sentimiento que debe ser ahora dicho para confirmar que alguna vez existió más allá de las palabras.


Sigue colándose tu cara

por las ranuras del día

en la levedad de las sábanas

la voluntad nada puede

ya sé.

Serás siempre un astro

que orbita en mí

luna hundida

en la entraña de un lago.


Y los recuerdos se van extendiendo en el tiempo, acompañando un presente (con una realidad cotidiana, un cambio de estaciones, un seguir insistiendo en una existencia desangelada).


Llega el frío con sus palabras de hielo

las plazas desamparan

gente abrigada viene y va

se gastan las suelas de las zapatillas

la noche huele a polenta

aumenta el gas

estallas las guardias de los hospitales

yo sigo pensándote.


Hasta llegar, en el final del largo transcurrir del cuento-poema-río, a empezar a buscar cómo podrá ser la vida ahora, cómo podrá ser ella misma una vez que se extirpen de su ser las astillas de ese amor que ya no está.


No sé si tengo que obligarme

a pensar otras cosas

sacudirme boca abajo

como un frasco de azúcar

hasta escupir los restos adheridos.

O quizá sin hacer

te vayas de mí

al estilo de los charcos de agua

en la vereda

que solos se van

respirando

hasta su extinción.


En fin: me encantó el libro, lo disfruté un montón (me refiero a literariamente, claro, no es que disfruté del sufrimiento de la poeta). Me pareció una obra poética muy bien pensada e impecablemente construida, como una hilera de cuentas de versos contados para armar un collar de penas. Si pueden conseguirlo, no se arrepentirán. Recomendado.

 

Si yo rompo tu recuerdo

en mil papelitos

lo raspo

como al borde de una olla

arranco sus uñas encarnadas

quién me va a mirar así.

 

Dragona soy custodiando

un puñado de gemas

que me dañan.

 
 
 

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