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Gambito de caballo (Faulkner-14)

Posiblemente, este sea el libro menos conocido de la saga de Yoknapatawpha. No es el peor, sin embargo. Su particularidad: son seis relatos policiales autónomos, protagonizados por el abogado Gavin Stevens (uno de los grandes personajes de la saga), que conforman una especie de novela negra (si uno la mira con un ojo) o (si uno la mira con el otro) un relato filosófico-existencial sobre el Sur, la (in)Justicia y las formas sinuosamente estables de lo moral y lo ético.


A jugar con Faulkner

El extranjero. Entre los centenares de personajes de la saga de Yoknapatawpha hay muy pocos extranjeros (el arquitecto francés que aparece en ¡Absalón, Absalón! es casi el único que recuerdo ahora). Pero en este libro sí aparece un personaje extranjero, el capitán Gualdres, potencial víctima en el último caso del libro. ¿De qué nacionalidad es?

a. Argentino b. Español c. Portugués d. Brasileño e. Cubano


La estructura

Como mencioné, este libro (publicado en 1949) está formado por seis cuentos, que fueron escritos y publicados en revistas entre 1932 y fines de la década de 1940 (el último cuento, que es también el más largo, se titula igual que el libro); cada relato puede -leerse por separado, pero no está mal leerlos a todos en orden, porque van desde la extrema juventud del detective-abogado-fiscal Gavin Stevens hasta su edad madura, y puede advertirse cierta evolución en la forma de entender el mundo y de encarar los casos por parte del protagonista.


El título

Knight´s Gambit fue (bien) traducido como Gambito de caballo: es un término ajedrecístico para referirse a la jugada en la que se ofrece (se “sacrifica”) un caballo a cambio de otro tipo de ventaja (que puede ser iniciativa de ataque, ventaja de espacio u otro tipo de ventaja posicional). Pero los nombres de las piezas de ajedrez no son iguales en inglés que en castellano (nuestro “caballo” es un “caballero” [knight], en inglés); por eso el título original incluye un juego de palabras, pues significa también sacrificio de caballero (Gavin Stevens es, en efecto, el prototipo del caballero sureño faulkneriano, y realiza una especie de sacrificio, en sus “jugadas”). Así que este es un caso en el que el título está bien traducido pero igual no quedó tan bueno como el título original.


Norreseña

La injusticia de la Justicia (en tanto sistema judicial) es uno de los temas recurrentes de Faulkner, y hay escenas de juicios y de cárceles en muchas de las obras de la saga (en algunas incluso son centrales, como en Santuario, Réquiem para una hermana, la saga de los Snopes, Intruso en la riña). Estos seis relatos son cuentos policiales típicos, sí, con su detective-abogado, con un enigma que se resuelve, con un crimen que se castiga o se evita; pero más allá de eso son una muestra de cómo una persona (Gavin Stevens) debe manipular y “bajar a tierra” el sistema legal-judicial para lograr, muchas veces a pesar de él, hacer algo de justicia.


A los primeros casos del libro, los de su juventud, Stevens los resuelve con mucha acción (incluso peleas y tiroteos) y con triquiñuelas para engañar a acusados o jurados; en los últimos, con mayor reflexión, y realizando llamados telefónicos desde su despacho o mandando a otros a que hagan lo que hay que hacer. El carácter de caballero del sur de Stevens lo hace pragmático e incorruptible, dispuesto a torcer o incluso quebrar las leyes que en teoría debe defender (es abogado), si es para alcanzar un resultado que considera justo.

Stevens no es el narrador, sin embargo: las historias están contadas por su sobrino Charles (a quien ya conocemos de Intruso en la riña y la saga de los Snopes), una especie de Sancho Panza joven (recién salido de la adolescencia) que, al conversar con su tío y describir sus acciones, nos permite conocer mucho más sobre él de lo que sabríamos si Stevens fuera el narrador (y nos permite, al mismo tiempo, el suspenso de no saber exactamente qué sabe y qué está pensando el detective).


En definitiva, este es un buen libro de relatos policiales (con un tinte “sureño” que los hace algo distintos de los policiales negros típicamente “yanquis”) y, a la vez, un componente interesante y distinto, dentro de la gran saga de Faulkner (la prosa de estos cuentos es sencillísima, casi no parecen de Faulkner, de lo fáciles que son de leer). En fin: vale la pena leer el libro, aunque solo si antes se leyeron otros libros del autor, como Santuario e Intruso en la riña.


Una curiosidad

A partir de uno de los cuentos de este libro se hizo una película, en 1972. Se trata de Tomorrow (“Mañana”), protagonizada por Robert Duvall: una película under, “de autor”, que tuvo críticas diversas y fue un rotundo fracaso en los cines. Se mantuvieron las escenas del juicio y la base policial, pero el film hace hincapié en la “base social” del caso, para dar como resultado un relato más bien costumbrista, un melodrama del “Sur profundo”, con Duvall haciendo la tonada sureña y luchando por mantener consigo a su hijo adoptivo. El tráiler la presenta como un peliculón, pero dudo que lo sea (en Youtube está la película entera, si quieren verla; yo no me atreví). Sí adjunto aquí el tráiler. Me gusta la frase final: “El film se llama Mañana... [pero] lo recordarás por siempre”.


Un fragmento

(...) Su tío ni lo miraba; los ojos estaban tan vacíos como habían estado la noche anterior los de la chica Harriss cuando entró por la puerta la primera vez. Entonces su tío dijo algo. Era algo en griego, el griego antiguo, como si el tío hubiera vuelto a los viejos tiempos en que el Antiguo Testamento recién había sido traducido o incluso escrito. A veces su tío hacía esas cosas: decía algo en inglés para que lo oyera su madre pero que no se suponía que él, Charles, lo escuchara, y luego lo repetía en griego antiguo, e incluso para él, que no entendía el griego, sonaba mucho más fuerte, mucho más como si quien fuera que estaba diciéndolo quisiera decir exactamente eso, incluso para aquellos que no podían comprenderlo o al menos no lo hubieran entendido hasta ahora. Y esta era una de aquellas veces, y esto tampoco sonó como nada que alguien pudiera haber sacado de la Biblia, al menos desde que los puritanos anglosajones se la habían apropiado. Su tío ahora se había parado, cerró la cortina y pateó la silla hacia atrás y tomó su saco y el chaleco de la otra silla.

—Mi abrigo y el sombrero —dijo el tío—. Están sobre la cama. Apúrate.

Y él se apuró. (...)

(en el cuento “Gambito de caballo”)


Respuestas de “A jugar con Faulkner”:

Respuesta a. A pesar de ser un “latino” mujeriego, cazafortunas y tramposo, el capitán Gualdres no queda mal parado, en su historia. Y me da gracia pensar que nuestro país forma parte, aunque sea con un ingrediente mínimo, de esta saga.

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