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Geometría de la manzana

Esta novela de Elizabeth Bengtsson fue publicada por Estrada este año (2021), en su colección Azulejos, dirigida por Karina Echevarría.

La historia comienza con algunos elementos conocidos en las novelas juveniles: un chico nuevo en el colegio secundario, Bjørn (de ascendencia danesa) es molestado por los Marcados, los bullyneros de siempre, que para molestarlo le quitan su manzana, sin sospechar que el “nuevo” no es precisamente alguien amable y sumiso. Pronto Bjørn se hace amigo de Amarillo (el apodo de Hitoshi) y de Mica, la narradora. Los tres forman grupo, cuando el profe de Lengua les da, como trabajo práctico grupal, la tarea de escribir una biografía. Y como personaje a biografiar los tres eligen, solo porque a Hitoshi le llamó la atención algo que había leído y porque no se les ocurre una idea mejor, a Leonardo de Pisa, más conocido como Fibonacci, el matemático italiano del siglo XIII.


Pero pronto la novela se bifurca y se impulsa, alejándose de lo esperable y de los carriles habituales. Mica, Hitoshi y Bjørn van consolidando de a poco una amistad y conocen también a Anders, el tío abuelo de Bjørn, que cultiva rosas en su jardín y le regala a Mica una rosa, que ella le lleva a su madre. La flor produce un pequeño milagro:


[...] Porque nunca sé a ciencia cierta qué es lo que mi mamá está pensando. Ya no sé qué es lo que quiere. Si me habla, no le entiendo casi nada. Y si está en silencio, me desconcierta. No sé si está feliz o si está triste. No sé si algo la preocupa. Hay días en los que vivo angustiada.

Pero esa tarde, la tarde del cumpleaños de Bjørn, cuando volví a casa, le di la rosa amarilla a mi mamá y, por primera vez en mucho tiempo, ella me dijo la palabra correcta.

—Gracias —sonrió. Y yo le respondí “de nada”.


Y así, mientras los jóvenes van armando la biografía de Fibonacci (quien parecía ser un tipo medio inútil, para sus contemporáneos, pero al final no lo era), sus historias y las de sus familias se van desplegando también muy poco a poco, para ir develando misterios y resolviendo problemas (o al menos intentar resolverlos).


El índice del libro es muy particular, porque la numeración de los capítulos está armada con la sucesión de Fibonacci, esa que empieza con cero y uno y luego cada término de la sucesión es igual a la suma de los dos términos previos, lo que da esta secuencia:


0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, ...


Y que es la secuencia que aparece en las espirales de los caracoles, en la distribución de las hojas y las ramas de las plantas y en montones de lugares más, y que se relaciona con la llamada “proporción áurea”, las artes plásticas... En fin, ya no me voy por las ramas. Solo diré que es el primer libro que veo que tiene dos capítulos 1, y un capítulo 63.245.986.


Al igual que la sucesión, la historia comienza muy pequeña, cerrada como el capullo de una flor, y luego se va desplegando y abriendo sus sentidos hasta el insospechado final.

Disfruté mucho de la lectura de esta novela, que está escrita en una prosa sencilla pero poética y que te envuelve mientras avanzás por las páginas. Los personajes son muy queribles y están bien construidos también; me conmoví con sus historias y me quedé con ganas de saber más sobre ellos.


En fin: no se pierdan esta novela. Recomendada.

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