Esta novela juvenil de Márgara Averbach fue publicada en 2016 por Ruedamares, en Neuquén, con la dirección editorial de Griselda Martínez. La foto de tapa (me encantó) es de Pablo Muñoz; el diseño y la diagramación de Yemina Ferreyra.
Es un libro bello y duro, a la vez. Una historia de amistad, sobre todo: un recorrido por los hitos y los momentos, los pasos y los golpes de la amistad entre la narradora y Lara, enhebrados en un espacio de frontera y en un tiempo también fronterizo: los dos lados de la vía que demarcan la villa de lo que no es villa; el paso de la niñez a la adolescencia y más allá; la terrible década del 90 y su insoslayable secuela, la debacle del 2001.
Me gusta cómo la autora, por medio de la voz creíble y sincera de la narradora, no ensalza la pobreza ni la criminaliza, no denigra ni plantea una épica de la villa como un prado feliz. Cuenta la historia dándole nombres a los momentos, a los hechos clave de ese recorrido (que es una parábola: asciende primero y luego se derrumba): la Frontera, la Era de los Libros, los Juguetes, La Inundación, el Incendio, las Guitarras de juguete y las de verdad, las que suenan (la música como encuentro y esperanza), la Guerra silenciosa en la que fuerzas irreconciliables se disputan como preciado botín a los niños, los cuerpos y los futuros de los niños sin nada.
En el recorrido, maravillosamente escrito, ya desde el punto inicial en que la narradora y Lara se conocen y a la vez descubren y señalan el allá de la frontera, se va desgranando un puñado de escenas imborrables: un viaje en taxi que es aventura y premonición; los inicios en la Comisión Villera, donde conocen a Ana (la que hace avanzar, la que enfrenta peligros y desvía amenazas), a Pedro, al temible Pendero, a Fermín que hace juguetes de madera para los chicos del barrio, a Adela, la niña cuya guitarrita (un juguete que no suena pero que para ella lo es todo) es símbolo de esperanza pero también lleva en sí la semilla del final de los proyectos que los protagonistas alguna vez compartieron. Y el paso de ese intento de rescate comunitario, del “tenemos que hacer algo para cambiar esta realidad”, al “sálvese quien pueda”, un intento de salvación individual que, como ya sabemos, no puede terminar bien y no termina bien.
Una historia sencilla y conmovedora, contada sin triunfalismos pero tampoco en forma pesimista, no desde una torre de cristal ni desde las alturas de una superioridad moral, sino desde el llano de nuestra condición humana cuando quedamos enfrentados a un abismo. Gran libro de Márgara. Recomendado.
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