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La espalda de la noche

Este libro de poemas, el primero del autor neuquino Mauricio Giulietti, acaba de ser publicado (2021) por Ruedamares, en su colección Anclajes, con la dirección editorial de Griselda Martínez y diseño de Pablo Gabriel Muñoz.


El libro está dividido en dos partes. La primera, “El tiempo de la sed”, presenta breves escenas de prosa poética (o poemas en prosa, si prefieren). La segunda parte, “Aquel olvido”, contiene poemas en verso libre. Más allá de la división interna, el libro se lee como un todo homogéneo susurrado por una misma voz, que fluye y avanza y se arremolina (como el río y el viento que protagonizan los poemas).


Con la palabra escalera desciendo por las noches y nombro las estrellas. Te nombro con vocales que abren el camino de la luna.

Con palabras de viento, destapo el velo de la sombra. Digo palabras que aspiran penas, quitan sueños y prolongan las horas de fuego y me espanto.

Con palabras de orilla nombro al amanecer y su mañana. Si hay un dios, que me pida le suplique clemencia de madrugada. Si hay un dios, que me despierte junto a la luz del sol.

(“Escalera”)


Me gustó mucho cómo aparece la naturaleza en estos poemas: como parte inseparable de lo que somos, al igual que las palabras, al igual que la presencia de esas personas que nos acompañan y nos fundan. Por eso en casi todos los poemas aparecen nombrados esos elementos naturales que asumen la consistencia de personajes, de personas.


[...] Hay razones para quemar

en la lluvia canciones de sueños.

Cavemos un pozo cerca de la orilla.

Miremos quién junta la tierra,

quién la come, quién la oculta

debajo del agua.

Basta una gota de sangre

para nombrar, a gritos,

el dolor del mundo.

(“Razones para mirar”)


La infancia, encarnada en un racimo de niños y niñas, es el otro gran protagonista de estos poemas. Pero niñas y niños no son aquí víctimas ni seres pasivos o indefensos, sino activos, íntimamente cercanos a esa naturaleza doble (la naturaleza física del mundo, la sonora y conceptual de las palabras) y, por lo tanto, poderosos.


Un velo en los ojos,

el niño mira desde lejos,

se espanta por el color rojo,

por la violencia del grito.

Una noche caerán estrellas,

él lo sabe y cuida el cielo.

Una noche caerá lluvia

de cosecha, él lo sabe

y guarda tierra entre sus manos.

(“Una noche”)


Y por eso el poeta, con su voz y su mirada, decide acercarse a esa infancia, intentar ver el mundo desde esos ojos nuevos que aún no olvidaron, como nosotros, cómo era saber (aun sin decirlos) los verdaderos motivos ardientes que justifican esta vida nuestra, este mundo.


[...] Cuando abraza la tarde,

sus manos al sol

tejen fantasmas

en puntos de cruz,

en puntos de luz.

Cuando abraza al viento,

la niña sostiene el mundo.

En agudo trino,

un pájaro anuncia

el río que corre.

(“El mundo”)


En fin, no me extiendo más: el libro me pareció excelente. Me gustó mucho encontrarme con esta voz poética, que me recordó a los poetas simbolistas (como Antonio Machado), aunque solo por momentos, como una reminiscencia. Que se publique un libro de poesía es siempre una buena noticia, y más cuando nos hace conocer una voz nueva, diferente de la nuestra pero a la vez cercana, como la de un viejo amigo que viajó allá, donde nacimos hace tanto, y vuelve.

Recomendado.

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