Esta novela de Paula Bombara fue publicada por Norma en 2022, en la colección Zona Libre, con la dirección editorial de Laura Leibiker y la edición de Laura Linzuain.
Estuve a punto de escribir que esta era una novela sobre la última dictadura cívico-militar en la Argentina (1976-1983). Pero creo que sería un error considerarla así, porque si bien lo ocurrido en la dictadura sobrevuela todas las páginas, esta es una novela actual, sobre el presente, sobre el ahora y cómo aquellos crímenes aberrantes de hace más de cuarenta años siguen afectando nuestras vidas, no solo en forma individual, sino como sociedad (de hecho, las desapariciones forzadas son crímenes que nunca cesan, siguen ocurriendo sin final, comenzaron pero no terminan mientras no se sepa dónde están los cuerpos de esas personas asesinadas y qué hicieron con ellos). Que estemos gobernados hoy por negadores del terrorismo de Estado y amigos de los criminales que lo llevaron adelante es una prueba más de lo necesario que es seguir hablando de estas cuestiones, de lo esencial que es, para nosotros como sociedad, no olvidar lo ocurrido.
Como en El mar y la serpiente, la primera novela de Paula, aquí se reelaboran en forma ficcional (pero rigurosa desde lo científico y lo histórico) elementos autobiográficos. Hay dos historias que se entrelazan, en la novela: por un lado, Roberto, un hombre ya mayor, está cursando la escuela nocturna y una frase de una docente le trae a la memoria un hecho traumático que protagonizó en los años de la dictadura, cuando trabajaba como empleado en el cementerio y lo obligaron a cavar una tumba sin nombre a la sombra de un jacarandá. Por otra parte, Mateo y Agustín, dos niños que descubren que sus abuelos son desaparecidos y empiezan a investigar y averiguar sobre ellos, a pesar de la negativa de la madre, que no quiere hablar sobre lo sucedido. En un momento, esas dos historias, cada una creíble y atrapante, cada una relacionada con la identidad, con la familia, con el amor y la memoria, fluirán hasta encontrarse en un punto preciso, en la tierra junto a ese árbol de flores tan bellas pero con una sombra tan fría y oscura.
Creo que una de las principales virtudes de esta novela, además de que está hermosamente escrita, es que no es trágica, no es solemne, no es chata: los protagonistas tienen contradicciones y dudas, temores, rencores, paciencias entrelazadas con fracasos y esperanzas, entusiasmos y proyectos. Y el objetivo del libro no es enseñar nada a los lectores, ni mucho menos inculcar en ellos una forma de pensar determinada, sino contarles una historia de esperanza en el futuro relacionada con lo que somos, con una herida aún viva, aún doliente de nuestro país.
En fin: vale muy la pena leer este libro, búsquenlo y lo encontrarán. Recomendado.
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