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Los zombis también comen corazones

Esta novela juvenil de Fabián Sevilla fue publicada por Planeta Lector este año (2020), con ilustraciones de Daniela Zeppa.


El protagonista, Nat (como él prefiere que lo llamen, aunque su nombre completo es Natalio Buel) es un adolescente en los últimos años del secundario (tiene 17). Es más bien introvertido, un freak de las películas viejas (en especial las de terror; por ejemplo, se sabe al dedillo todas las de zombis de George A. Romero), soñador, enamoradizo. Muchas veces se sorprende soñando despierto, y esos sueños toman invariablemente la forma de escenas de películas clase B (me recordó, en ese sentido, a El beso de la mujer araña, del maravilloso Manuel Puig).


Por todo eso, lo pasa mal, en el colegio: muchos lo ningunean (tiene una sola gran amiga, Zoe) y el grupo de los más “populares” (autodenominados “Los comedores de sesos”) directamente lo maltrata, le hacen bullying.


Por todo eso y por una cosa más: Nat es gay, salió del placar dos años atrás, a los quince. Su identidad de género es la principal excusa por la cual sus compañeros lo “bardean” y lo atacan. Mientras iba pensando en comentar este libro me di cuenta de la casi nula representación de las diversas identidades de género no hegemónicas entre los protagonistas, en la literatura juvenil. O sea: todo bien, en la teoría; pero en la realidad como que casi nunca están, esos personajes, en las historias. Y cuando aparecen, muy cada tanto, su identidad de género suele ser el gran tema del libro: salir del placar, por ejemplo; o descubrir la propia identidad. Esta novela tiene la gran virtud de que la identidad de género de Natalio no es el núcleo de lo que ocurre: él ya la sabe y ya la declaró; simplemente es gay, ese no es el centro de la historia. Y Nat es un personaje tan creíble y bien construido que es casi imposible no encariñarse con él, a medida que se avanza en la historia.


Ramiro Olivera, el líder de los matoncitos del curso, por cumplir con un desafío de sus compinches le da un mínimo beso a Nat (“un pico”, decimos aquí), a la par que lo empuja y casi lo desnuca; pero ese ataque es grabado por otro chico, editado y subido a las redes, y se van desencadenando consecuencias inesperadas y terribles para Nat, pero también para Olivera, que como parte de la resolución de sus propios problemas, es obligado por su terapeuta a “enmendar sus errores” y acompañar a Nat en su internación hospitalaria. ¿Habrá espacio para que Ramiro y Nat sean algo distinto que bully y víctima?


Paralelamente, fuera del colegio, Nat tiene una muy difícil situación familiar, de la que a veces busca refugio en donde puede: las películas viejas, los recuerdos de una infancia feliz, Zoe, algunos nuevos conocidos del barrio que quizás puedan llegar a convertirse en amigos.

El viaje de Nat en el libro (organizado en partes relacionadas con las películas clásicas de zombis: “Tierra de zombis”, “El amanecer de los zombis”, “Anochecer zombi”, “El ocaso de los zombis”) plantea todo un recorrido de supervivencia y superación, una búsqueda de dejar de ser un muerto en vida y comenzar (volver) a vivir de verdad. Las ilustraciones de Daniela Zeppa, a una tinta, plantean las diferentes escenas como referencias a esas películas de terror que el protagonista adora y a veces vuelve a rodar, escena a escena, en su propia mente.


En fin: una gran novela, fantásticamente escrita, que se disfruta de principio a fin, con personajes profundos y bien construidos, giros impactantes en la trama y un final impredecible.


Se puede comprar online en https://www.planetalector.com.ar/ (incluso se puede leer el primer capítulo libremente, en la página).


Recomendada.

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