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Mañana viene mi tío

Actualizado: 3 jul 2021

Este libro-álbum de Sebastián Santana Camargo fue publicado por Ediciones del Eclipse en 2014 (en ese momento, el autor firmaba con seudónimo: Pantana) y, más recientemente, fue reeditado por el Fondo de Cultura Económica, en su colección Tezontle.

El autor tiene doble nacionalidad uruguaya y argentina; el libro recibió en la Argentina la mayor distinción que existe a nivel nacional para obras de literatura infantil-juvenil: el Gran Premio Alija, dentro de los premios Destacados de Alija 2014 (y también recibió el Destacado como mejor libro álbum, de paso).


Shaun Tan (fabuloso autor integral de libros-álbum) decía: “el secreto de la narrativa gráfica está en aferrarse al silencio”. Si bien el decir es poderoso (porque las palabras lo son), una historia que calla cosas las deja para que sea el lector quien las piense y las incluya en la historia, y eso, la co-creación que hace el lector de la obra que está leyendo, es una de las mayores magias de la literatura.


Este libro de Pantana asume esa cualidad a la perfección, y nos cuenta toda una vida (y mucho más) con elementos mínimos: diez escenas casi idénticas, una sola línea de texto por cada una y tres elementos (una puerta, una persona, un banquito para sentarse) dibujados con una sola línea negra sin relleno ni sombra, con fondo blanco, a la manera del famoso libro La línea de Beatriz Doumerc y Ajax Barnes (y esta obra es un sutil pero inequívoco homenaje a ese libro, prohibido durante los años de la última dictadura cívico-militar en la Argentina).


Al ser un libro tan breve, es difícil hablar de él sin espoilear al menos algo: ténganme paciencia. En la escena inicial, un niño, con el banquito bajo el brazo, señala a la puerta que está frente a él y dice “Papá y mamá me dijeron que mañana viene mi tío a quedarse por unos días en casa.” Y en la escena siguiente, el niño, sentado en el banquito frente a la puerta cerrada y con una pelota entre las mano, dice: “¡Genial! Así le puedo pedir que me enseñe a atajar penales”.


En las escenas subsiguientes, se repite el “¡Genial!”, pero va cambiando eso que el protagonista quiere compartir con el tío: las notas de la escuela, la foto de la novia, que se mudó a una casa propia, que ahora tiene un hijo, que se recibió por fin, que tiene una nieta, que aún puede caminar... pero siempre está frente a él la puerta cerrada, y ese “mañana” en que el tío llegará para visitarlo no llega nunca, es eterno.

La clave del libro está en la dedicatoria (que aparece al final, después de la última escena; no podría haber estado adelante, donde se ubican habitualmente las dedicatorias): “Este libro es para quienes, por causa de dictaduras militares, nunca pudieron llegar.”


Uno casi que siente que el texto es tan simple que podría haberlo escrito cualquiera, y las imágenes son tan básicas que podría haberlas dibujado hasta yo; y sin embargo, el libro es perfecto en su (aparente) sencillez, y concentra con claridad diáfana, en un minuto de lectura, conceptos tan complejos como el tiempo, la muerte, la vida y la identidad. Y también qué es un desaparecido: alguien que esperamos pero no llega (no lo dejaron llegar), y lo seguimos esperando incluso mucho más allá de lo que alcanza nuestra esperanza en encontrarlo.


En fin: un libro memorable y precioso. Recomendado.


Como yapa, va un pequeño video del FCE donde el autor habla un poco del libro.



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