El sexo es, desde que existe algo llamado LIJ, probablemente el mayor de los tabúes. Y si bien hay excepciones, si se ponen a buscar, encontrarán más fácilmente libros que hablen sobre la muerte, la violencia en todas sus formas, la religión o cualquier otro tema “espinoso”. Nadie quiere tocar el sexo, pareciera (je).
Hay un libro muy bello y gracioso de Wolf Erlbruch, El milagro del oso (publicado en castellano por Zorro Rojo), en el que un oso quiere tener un hijo pero no sabe cómo, y le va preguntando a diferentes animales, que le dan consejos e indicaciones desopilantes para conseguirse un hijo (como el pájaro que le aconseja “hay que agacharse, hacer mucha fuerza y poner un huevo”). Debe haber otros ejemplos-excepciones, aunque calculo que no serán tantos, en literatura “infantil”.
Pero incluso en la literatura puramente “juvenil”, con protagonistas adolescentes, lo sexual está muy poco presente, en relación con el enorme interés que la cuestión presenta para los y las jóvenes. O está presente como horizonte o amenaza, pero se oculta (sucede “entre líneas”, con una toma que funde a negro) o no se concreta (pienso en la saga de Crepúsculo, donde tras tres libracos de calentura finalmente los protagonistas tienen relaciones una sola vez, solo después de haberse casado, y ella queda automáticamente embarazada).
Tengo una amiga que lo utiliza incluso como definición general: “En la LIJ no se coge” (escribo en la Argentina, si viven en otras partes cambien el término por el que corresponda). Si esta definición funciona (o al menos, no es fácil de refutar) es porque la LIJ es un concepto editorial, no literario: lo que define que un texto sea “para niños” o “para jóvenes” es que se publica para niños o para jóvenes. Y si un texto no fue ni sería publicado por ningún editor para niños y para jóvenes, entonces no es LIJ.
Lo que esta definición tiene es que es lo suficientemente ambigua y amplia como para permitir que un texto se convierta en LIJ si cumple un único requisito: encontrar a un editor de LIJ que se atreva a publicarlo. Es más fácil decirlo que hacerlo, claro (como el sexo, justamente).
Mientras tanto, en la Frontera de la LIJ, fuera de toda ley, viven varios libros que no existen. El de la semana pasada no existía por su idioma y su origen (iraní); el que presento aquí no existe porque fue publicado pero “para adultos” y nadie se atrevió a proponerlo como LIJ.
Se titula All the dirty parts (Bloomsbury, 2017; se titularía quizás Todas las partes sucias, si alguien lo hubiera traducido) y su autor es Daniel Handler, más conocido a partir de su seudónimo Lemony Snicket (con ese nombre firmó la saga de trece libros Una serie de eventos desafortunados y muchos otros títulos). Con su nombre real firmó una serie de novelas que fueron publicadas para adultos aunque son (desde mi punto de vista) perfectamente juveniles, como Why we broke up (Y por eso rompimos, se tradujo al castellano, con ilustraciones de la genial Maira Kalman), We are pirats (Todos somos piratas, acaba de traducirse), The Basic Eight, Watch your Mouth y esta novelita de poco más de cien páginas que trata, incuestionable e íntegramente, sobre sexo.
Que Handler-Snicket use dos nombres distintos para que sus libros LIJ no “se contaminen” con los libros “LIJ pero no” que escribe es muy significativo y puede interpretarse de varias formas (se las dejo que las piensen ustedes). Lo cierto es que, aunque Handler es un autor que vende mucho y encima escribe en inglés y vive en los Estados Unidos (o sea: tiene todo a favor), ni aun así consigue que le publiquen como juveniles sus libros juveniles (en Y por eso rompimos hay un poquito de sexo también; en We are pirats y The basic eight las jóvenes protagonistas cometen, en circunstancias muy diversas, un asesinato).
Este libro no deja dudas sobre su principal temática, ya desde su primera oración:
¿Cuánto pienso sobre sexo? Dejame ponerlo de esta forma: dibujá una recta numérica donde cero es que nunca pensás sobre sexo y diez es en lo único en lo que pensás, y mientras vos estás dibujando la recta, yo estoy pensando en sexo.
Cole, el protagonista, tiene diecisiete y está cerca de terminar el secundario. Es un adolescente más o menos como cualquiera, lo que incluye en su caso relacionarse (y tener relaciones) con unas cuantas chicas, al punto que se gana “una reputación” (la de no dejar títere con cabeza, la de abandonar a las chicas después de haberse acostado con ellas). Tiene un mejor amigo, Alec, con quien comparte salidas, videos porno e historias; es Alec quien le pide, tras cada encuentro con una chica, que “le cuente todo”, pero en realidad, no todo, solo los detalles hot, solo “las partes sucias”. Y así Cole va armando este relato con capítulos muy breves, casi todos de menos de una página, escenas recortadas y reunidas (como los besos de película en “Cinema Paradiso”) que, invariablemente, se relacionan de una u otra forma con el sexo y todas sus variantes. Cuando Cole, en virtud de su mala reputación, pasa a ser una especie de paria a quien nadie quiere acercarse, comienza poco a poco a probar el sexo con Alec (pero “nada gay, eh”), al punto en que Alec decide definirse como “bi” (Cole no, no acepta definirse como otra cosa que hétero, por más que pronto su relación con Alec pasa a ser la más extensa y sexualmente estable que tuvo nunca).
Hasta que en un momento llega Grisaille (digámosle Gricel, como en el tango), una estudiante de intercambio que viene de Portugal, y Cole se vuelve loco por ella. Pronto cogen, por supuesto (ella no conoce la reputación de Cole, y no le preocuparía aunque la conociera), pero pasa algo más, algo distinto: Cole está enamorado de ella, aunque no lo crea ni lo acepte. Y esta vez, Cole quedará del otro lado, cuando se produzca la previsible (pero imprevista por él) separación.
Una novela que, además de sexo, tiene mucho humor, una gran dosis de ternura y un ritmo avasallador (se lee casi de un tirón), que le encantaría leer a cualquier adolescente pero que muy probablemente ninguno/a podrá leer nunca, salvo que se consiga el libro por su cuenta y a escondidas (y lea en inglés, ya que estamos).
Recomendada.
Tu Plan Chino es para recomendar, Sebastián. Y así lo haremos!