Este libro de Adela Basch ilustrado por Alberto Pez fue publicado este año (2023) por Norma, en su colección Torre Naranja (para primeros lectores), con la edición de Laura Linzuain.
Se trata de una reedición (o un rescate editorial, si prefieren): el libro original había sido publicado a comienzos de siglo por SM Argentina (editorial que —ay— ya es un recuerdo). Curiosamente, aquella edición también había sido ilustrada por Alberto Pez... pero con otras ilustraciones, completamente distintas. Me contaron que Pez simplemente no tenía las ilustraciones originales (veinte años sí es algo, a pesar de lo que diga el tango), así que volvió a ilustrar todo el libro. Y le quedó (¡de nuevo!) muy bien.
El cuento de Adela es muy bello, uno de mis favoritos de ella. Al igual que en La abeja que no era ni joven ni vieja, es una historia sencilla pero a la vez profunda y filosófica acerca de cómo las personas llegamos a conocer la realidad, el mundo que nos rodea, y cómo podemos compartir ese conocimiento con los demás.
Hay tres protagonistas, pequeños animales reciennacidos: una rana, un gato y una paloma. A a cada uno, sus familiares los reciben con cariño y proceden a contarles cómo es este mundo en el que ahora están, hasta que sienten que adquirieron todos los saberes que necesitan y quedan satisfechos.
Entre esas enseñanzas, a cada animalito le dicen que mire bien la Luna, porque hay solo una. Pero cada cual ve la Luna en un momento diferente, así que mientras para la rana que había nacido una mañana la Luna era creciente, para el gato que había nacido al rato era un redondel perfecto, y para la paloma que había nacido en una loma era un arco menguante.
Cuando los tres animalitos se conocen y se hacen amigos, van a pasar un tiempo juntos junto a una laguna, y allí descubrirán que los saberes de los que están tan confiados no son absolutamente confiables, y que para los demás las cosas no son exactamente iguales. ¿A cuál de los tres amigos le dará la razón la Luna, cuando asome desde la laguna?
Un hermoso cuento de Adela Basch, que ameritará que nos busquemos un primer lector para así poder leérselo y, al mismo tiempo, disfrutarlo nosotros también sin culpa.
Recomendado.
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