Este álbum con texto de Nicolás Schuff e ilustraciones de Martina Trach fue publicado en 2021 por Limonero, con diseño de Sonia Basch.
Este es, en muchos aspectos, un libro sorprendente. No por lo bello (que lo es, y mucho), sino por la forma tan original y cruda en que logra esa belleza.
Aunque Nico es un autor cuya obra sigo y me encanta, entré con miedo al libro, lo confieso. Por el título: pensé que sería una historia sobre un objeto personificado, y a mí me cuesta mucho “entrar” en esas historias. Pero nada que ver: esta es la historia de un lápiz, sí, pero más bien es el relato de cómo un objeto va pasando por momentos de las vidas de muchas personas diversas, sin que ninguna conozca el pasado ni el futuro de ese simple lápiz.
No es un objeto cualquiera, por supuesto: nace (en parte) de un ser vivo, su madera fue carne de un árbol, en un bosque en Canadá. Y mientras escribe y dibuja (como se escribe y dibuja ese mismo libro que lo cuenta), la vida de ese lápiz formará parte momentos significativos (Borges diría que no hay más que eso, instantes que definen un destino) en las historias de mucha gente: un preso lo usa para dibujar un plano de la cárcel, una niña lo olvida luego de su primer beso, un incendio lo perdona, una arquitecta lo pierde en un hotel en Europa, una joven rusa lo emplea para dibujar rostros desconocidos, un hombre con anteojos lo recibe de regalo mientras está sentado en un bar. Pero el lápiz no es quien produce esos momentos, ni es el protagonista: simplemente está allí, en virtud de una serie de casualidades imposibles de prever, acompañando a esas personas y sus decisiones y proyectos, sus miedos y deseos.
Quien narra esta historia lo hace en tercera persona, y en ningún momento se pone a juzgar o calificar a los personajes que la atraviesan: con una voz sensible pero rigurosa, relata los pasos en el recorrido del lápiz como etapas inexorables, como ladrillos en una pared de humanidad, y somos los lectores quienes debemos detenernos para descubrir qué largo camino, tanto en el tiempo como en el espacio, ha recorrido aquel lápiz desde sus inicios hasta su próximo e inexorable final.
No es un libro para chicos, este. O sí lo es, quizás, pero no principalmente, porque lo puede leer y disfrutar cualquier lector, independientemente de su edad.
Otro aspecto sorprendente del libro son las imágenes, las ilustraciones de Martina Trach, hechas en lápiz negro con apenas unos toques de color rojo en elementos puntuales de algunas escenas. Al igual que el texto, se desenvuelven (en principio) en una estética realista, son directas y duras, y de entrada funcionan bastante ancladas en el texto (mostrando escenas que el texto describe); pero pronto las imágenes se multiplican y fragmentan en pequeños cuadros, en fotografías múltiples que se alternan con las escenas panorámicas, de forma que texto e imagen comienzan realmente a funcionar en equipo para contarnos mucho más de cada personaje, hasta llegar al sorprendente final en el que el narrador asumirá un rol en la historia que está trasmitiendo y el lápiz, tan largo y rojo cuando salió de su bosque primigenio, se disponga a partir, ya pequeño y lleno de historias, hacia su próximo destino.
Un hermoso libro, no se lo pierdan.
Recomendado.
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