Otro libro que leí hace poquito es Historia de un pulóver azul, de Florencia Gattari, en la colección Ala Delta, de Edelvives, con la edición de Natalia Méndez.
Pocos autores pueden, como Florencia, tomar un tema cualquiera y contarlo de una forma que emocione, y no hablo específicamente de los lectores niños (que seguro disfrutarán el libro), sino especialmente de los adultos: cualquiera que lea este libro, con sus pocas páginas y su texto breve, se sentirá abrazado por las palabras, envuelto por ellas como si fueran (y lo son de alguna manera) el pulóver azul sobre el que trata la historia.
Lo del pulóver azul me recordó un cuento de Cortázar, “No se culpe a nadie”, donde el protagonista intenta ponerse un pulóver azul pero se le complica, se enreda, queda dentro del pulóver, no logra sacar la cabeza y allí dentro hay todo un mundo (oscuro, siniestro) y finalmente en los forcejeos con el pulóver se termina cayendo por la ventana del piso doce. Con ese cuento hice mi primer trabajo de análisis en Teoría Literaria, en el profesorado, con Isabel Vassallo. Además del pulóver azul, no parece tener nada en común ese cuento con el de Florencia; sin embargo, aquí también uno entra, a partir de un pulóver azul, a un mundo entero del que no se puede (ni se quiere) salir: la historia de una abuela y un niño, las dos puntas de un ovillo azul que se transforma en abrigo y relato y cariño, una historia sencilla pero que requiere, para ser contada, encontrar la punta del ovillo de la sensibilidad, y la autora encuentra dos puntas del mismo ovillo y dice, en ida y vuelta, todo lo que había que contar.
Párrafo aparte para las hermosas ilustraciones de la otra autora del libro, Marina Zanollo, que arman un contrapunto perfecto con las palabras. Son imágenes llenas de luz, alegría y color; azulmente cálidas. De entrada me desconcertó que la historia de un pulóver transcurriera junto al mar, en un eterno verano de playa. Pero como inicia el mencionado cuento de Cortázar: “El frío complica siempre las cosas, en verano se está tan cerca del mundo, tan piel contra piel”. Y efectivamente, esta elección de la ilustradora, que a mi mente semiplana masculina le costó asimilar, termina demostrándose acertadísima. Como otras decisiones de ilustradores que yo jamás habría imaginado y que dan resultados memorables (se me vienen a la memoria ahora Josefina Calvo ilustrando “La niña de agua” de Iris Rivera, una historia acuática, en rojo, negro y blanco, sin un gramo de color azul; o Clau Degliuomini ubicando la historia urbana de “La tortilla de papas” de Sandra Siemens en un contexto desértico en la Puna; pero hay muchísimos ejemplos). Porque claro, un ilustrador no es solamente alguien que dibuja lindo: eso es apenas la punta del ovillo.
En síntesis: un gran libro, "Historia de un pulóver azul", no se lo pierdan. Recomendado.