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Nunca jamás


Sigo comentando libros huérfanos. Hoy, “Nunca jamás”, segunda novela de Carola Martínez (la primera, “Matilde”, también fue norreseñada en este blogcillo tiempo atrás).

Esta novela fue recién publicada (mayo de 2019) por Norma, en su colección Zona Libre, con la dirección editorial de Laura Leibiker y la edición de Laura Linzuain.

Si uno quisiera, podría sintetizar la trama del libro en una frase mínima: a una nena se le muere la mamá. Ese es el eje de la trama, el inicio del libro, el nudo y, si quieren, el desenlace también. No hay nada antes que importe, nada después que supere esa pérdida tan grande que no puede no digamos procesarse, ni siquiera decirse/pensarse/escribirse más que como aseveración invariable: mi mamá murió.

A la vez, por supuesto, sería fatalmente insuficiente, reducir el libro a esa frase. Fiorella, la narradora en primera persona, es una niña que recién comienza el secundario. Tiene una hermana menor, y un padre, y una madre. La madre enferma y a los pocos días muere. Desde ese momento, todo lo que queda de la familia se viene abajo y el libro cuenta (en partes que dividen las estaciones del año posterior: Otoño/Invierno/Primavera/Verano) cómo se sigue (o más bien, cómo se intenta seguir o no seguir) después de esa muerte.

Hay algo en la estructura de esta novela que me pareció muy logrado. Toda la primera parte del libro presenta una larga sucesión de escenas, narradas en un lenguaje claro y sin firuletes, que terminan, casi invariablemente, con Fiorella diciendo o pensando: “Mi mamá se murió”. Esa sucesión va generando en el lector un agobio, un peso creciente, una carga detrás de los ojos que hace que acompañemos mejor el dolor sordo de la narradora mientras ve cómo, además de ella no saber cómo seguir, tampoco su hermana menor puede salir del pozo, y su padre se vuelve una sombra deprimida e inútil, y los tíos y abuelos van mostrando sus peores facetas y sus amplias limitaciones. Hasta la escuela se vuelve un lugar hostil y complejo de transitar para Fiorella.

En esas escenas, llenas de detalles y eventos mínimos que van configurando un realismo muy creíble, van apareciendo algunas frases, algunos pensamientos lúcidos que te dejan pensando más allá de la lectura. Como cuando Fiorella se pregunta: “¿Y si en vez de morirse mi mamá se hubiera muerto mi papá? ¿Habría sido igual?”.

Y no, no habría sido igual. Pienso, por ejemplo, por qué en libros infantiles/juveniles mueren muchos más padres que madres (solo porque me vienen primero a la mente, pongo ejemplos de muertes de padres como ejes de novelas juveniles: “El ciudadano de mis zapatos”, de Pescetti, que comenté la semana pasada; “En la línea recta”, de Martín Blasco; “Posición adelantada”, de Flor Gattari, “Koi”, de Ezequiel Dellutri). En cambio, hay muy pocas muertes de madres: es más indecible/inescribible, la muerte materna.

Pienso (solo hipotetizando, no es que esté seguro de lo que digo eh) que la muerte del padre (hablo en general de nuestra sociedad, no de un padre en particular en una familia precisa) es como un rayo que te cae y pone en cuestión tu identidad, quién sos, cuál es tu historia, quién serás de ahora en adelante, es un golpe a tu ser; pero la muerte de la madre es algo diferente, es como un corte de tu conexión con el mundo: el mundo pasa a ser algo separado de vos, afecta tu estar aquí. Esa alienación, ese No Estar Del Todo Aquí Sino En Otro Lugar Que No Existe se ve muy bien y valientemente reflejada en “Nunca jamás”, mientras Fiorella comparte con su hermanita Maggie la lectura fragmentada del libro que su madre traducía cuando murió: “Peter Pan”, y la historia de esa familia rota se va entrelazando con el relato de ese jovencito que no quería crecer, de los niños huérfanos en el país inexistente y la chica (Wendy) que los visita y les hace de “madrecita”, no porque quiera, sino porque lo necesitan y no hay más remedio que ese.

Y Fiorella, a lo largo de ese año, gracias a la ayuda de algunos amigos y parientes y porque no hay más remedio que seguir, irá hallando, a los golpes, la manera de seguir viviendo.

En fin: recomendada novela, no se la pierdan.


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