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¡Absalón, Absalón! (Faulkner-05)

Esta es otra gran novela de la saga de Yoknapatawpha, y está sin dudas entre las mejores de Faulkner (para muchos es la mejor, y estoy tentado de darles la razón, aunque mi favorita sigue siendo Mientras agonizo). Esta es la historia (una épica que pronto deriva en tragedia) de Thomas Supten, quien arma de la nada una enorme finca en el norte del condado (junto a los bosques en donde transcurre Go Down, Moses) y forma una familia, aunque no exactamente como él la quisiera. Para narrar buena parte de esta historia, Faulkner “resucita” a Quentin Compson (uno de los narradores de El ruido y la furia) en sus años universitarios.

Si bien Sutpen y su finca aparecen nombrados en muchas otras obras de la saga, en ninguna de ellas vuelve a aparecer (ni él ni sus hijos) como personajes, ni siquiera secundarios.


A jugar con Faulkner (las respuestas, abajo)

1. Aunque usted no lo crea. Esta novela le permitió a su autor formar parte del libro Guinness de los récords. ¿Cuál es el récord mundial que obtuvo?

a. Más ejemplares vendidos de una novela gótica sureña.

b. Más narradores en un capítulo literario.

c. La oración literaria más larga.

d. Más variantes ortográficas de una misma palabra en una novela.

e. La mayor cantidad referencias bíblicas en una novela.

2. La verdad de la milanesa. Imagine e indique cuál es el final de esta frase que dice el abuelo Compson (amigo de Sutpen): “El problema de Sutpen era...”

a. ... su falta de escrúpulos.

b. ... su inocencia.

c. ... su obsesión.

d. ... su incapacidad para olvidar.

e. ... su palidez.


La estructura

Esta novela está armada con una técnica sumamente compleja (y genial) en la que se superponen relatos parciales, alusiones veladas y recuerdos truncos incluidos unos dentro de otros, de forma que nunca estamos seguros de casi nada y nos enteramos de lo que hacen los personajes mucho antes (a veces, cientos de páginas antes) de saber o darnos cuenta de sus verdaderos motivos e intenciones.


Está organizada en nueve capítulos sin título que no presentan ninguna diferencia estructural entre ellos, en tanto todos son una reelaboración a partir de lo que Quentin le cuenta a su amigo Shreve a partir de lo que le contó la anciana Rosa Coldfield acerca de lo que recuerda de Sutpen y su muy compleja y extensa historia.


El título

Era casi imposible traducir mal el título Absalom, Absalom!, y por suerte no se intentó. Al igual que muchos otros títulos de Faulkner, esta es una referencia a otro texto, en este caso la Biblia (como en Go Down, Moses). Absalón es el segundo hijo varón del rey David, y su historia aparece en el segundo libro de Samuel. Absalón se destacaba por su belleza física y por su hermosa cabellera. El hijo mayor de David, Amnón, se enamoró de Tamar, su hermanastra y hermana de Absalón (hay que recordar que el rey David tenía ocho esposas, así que casi todos sus hijos eran hermanastros entre sí). Bueno, resulta que Amnón viola a Tamar (en la Biblia, y especialmente en la familia del rey David, solían resolverse así, los “enamoramientos”). Absalón decide vengar a su hermana y mata a Amnón en un banquete; luego huye al país de su abuelo, y su padre David, tras dos años de exilio, lo perdona y lo deja regresar. Cuando Absalón vuelve, no se queda piola, sino que intenta valer su derecho al trono de su padre, ahora que él es el mayor de sus hijos varones vivos (tras matar al que era antes el mayor: pequeño detalle). Pero David ya le había reservado su trono a otro hijo, Salomón, y entonces Absalón arma un complot para matar a su padre, luego se hace proclamar rey mientras David está de viaje, hay una batalla junto al río Jordán, la hermosa cabellera de Absalón se le enreda en las ramas de un árbol y lo matan a flechazos, lo que pone muy triste a su padre David, por más que ganó la batalla y recuperó su trono.


Conté (súper resumida) toda la historia (una telenovela turca, prácticamente), por un lado, porque tiene varios puntos en contacto con la historia de Sutpen (aunque no les diré cuáles, para no espoilear); por otro, para advertir la astucia y la sutileza de Faulkner al elegir su título, pues el nombre de Absalón, repetido y exclamado, nos deja (al igual que nos pasa al leer la novela) con muchas dudas: ¿qué significa esa exclamación? ¿Se lo está llamando o invocando, a Absalón? (¡ey, Absalón!) ¿O se está recordando su nombre nomás? (¡oh, aquel Absalón!) ¿O se está profiriendo un lamento? (¡pobre Absalón!). ¿Quién está exclamando su nombre? ¿Su padre, su hermana? ¿Un narrador anónimo? Este es uno de los títulos más ambiguos y difíciles de interpretar de la saga, lo que resulta muy adecuado, porque también lo es la novela que encabeza.

Norreseña

La forma en que está escrita esta novela la hace tanto o más difícil de leer que El ruido y la furia, y comparte con ella además la temática, pues aquí se cuenta también el breve apogeo y la lenta disolución de una gran familia sureña, los Sutpen. Paralelamente, vamos leyendo también la decadencia de la casa de Sutpen, la enorme mansión estilo francés que se hizo construir en la inmensa propiedad (“Las Cien de Sutpen”, un cuadrado inabarcable de cien millas por lado) y que termina no solo reducida a una sola milla cuadrada, sino a un caserón en ruinas y abandonado.


Como dije arriba, vamos leyendo con rapidez lo que pasa pero vamos entendiendo los motivos con mucha lentitud, y eso hace que el lector (bah, me pasó a mí, al menos) se mantenga totalmente enganchado e inmerso en la historia, intentando descubrir y comprender qué es lo que está pasando de verdad, por debajo de las palabras y las acciones de los personajes (por ejemplo, Thomas Sutpen prohíbe que su hija se case, pero tardamos medio libro en saber por qué; o en un momento se dice que Sutpen “insulta” a Rosa Coldfield, pero tardamos más de cien páginas en que se nos diga, como al pasar, en qué consistió ese insulto).


La historia de Sutpen es un poco telenovelesca, sí, pero por sobre todo es una tragedia griega; Thomas Supten es un héroe trágico de manual, con una hybris cero ka eme y con todos los papeles al día; y los personajes de Rosa Coldfield y Quentin Compson le agregan a la historia gruesas capas de revoque narrativo. Esta es, sin dudas, una gran novela, que te entusiasma mientras avanzás en la lectura (incluso en las partes en que no estás entendiendo mucho) y resulta inolvidable, una vez que la terminaste. Tiene el atractivo extra de conectarse con algunos de los integrantes de la familia Compson, a la que ya conocimos en El ruido y la furia; por eso recomiendo leer esa novela antes que Absalón, y si planean leer una sola novela de Faulkner, recomiendo que no sea esta (pero si van a leer tres o cuatro, harán bien en no perderse esta).


Una curiosidad

Gasté una curiosidad para el jueguito de arriba (el récord Guinness de Faulkner), pero me queda esta: la novela ¡Absalón, Absalón! es considerada uno de los mejores ejemplos literarios del llamado “efecto Rashomon”, que se refiere a la situación en que un hecho es descripto en forma diferente (y a menudo, contradictoria) por los diferentes testigos o protagonistas de ese hecho. El nombre de ese “efecto” remite a la película Rashomon, de Akira Kurosawa, que es de 1950, es decir, catorce años posterior a la publicación de ¡Absalón, Absalón! (1936). Yo no sé si cuadra taaaan bien con el efecto Rashomon, pero sí es cierto que al menos Thomas Supten, como personaje, sí es muy diferente según quién está hablando de él (es tiránico y astuto en el relato de Rosa, inseguro y sensible según los Compson, obsesivo y bruto para Shreve, y así).


Un fragmento

De silencioso trueno irrumpió él (hombre-caballo-demonio) en una escena pacífica y decorosa como una acuarela escolar, aún oliendo ligeramente a azufre en el pelo y la barba, y agrupados tras de él su banda de negros salvajes como bestias a medio domar para que pudieran caminar erguidas como personas, en actitudes feroces mas pausadas, y esposado entre ellos el arquitecto francés con su aspecto sombrío, demacrado y harapiento. El jinete se mantenía sentado, inmóvil, barbado y con la mano extendida y la palma hacia arriba; tras él los negros salvajes y el arquitecto cautivo se amontonaban callados, transportando en incruenta paradoja las palas y los picos y las hachas de la pacífica conquista. Luego en el extenso desasombro a Quentin le pareció verlos recorrer de repente las cien millas cuadradas de tierra tranquila y estupefacta y arrancar con violencia la casa y los jardines cuidados de la insonora Nada y tirarlos como naipes sobre la mesa por debajo de la extendida mano inmóvil y pontificia, creando así Las Cien de Sutpen, el Háganse Las Cien de Sutpen similar al Hágase la Luz de los viejos tiempos.

(en el capítulo I)


Respuestas de “A jugar con Faulkner”:

1. Respuesta c. La “oración más larga” es una del capítulo VI, que ocupa cuatro páginas y tiene 1822 palabras. (Además de absolutamente inútil y sin sentido, es muy discutible ese galardón, porque apuesto doble contra sencillo a que los del libro Guinness no consideraron las obras literarias de todo el mundo, sino solo las escritas en idioma inglés, y probablemente ni siquiera todas las escritas en ese idioma).

2. Respuesta b. “El problema de Sutpen era su inocencia. De repente descubrió no lo que quería hacer sino lo que debía, lo que debía hacer lo quisiera o no porque de no hacerlo sabía que no podría vivir consigo mismo por el resto de su vida, nunca podría vivir con lo que todos los hombres y mujeres que habían muerto para hacerlo habían dejado dentro de él para que él lo pasara, con todos los muertos esperando y observando si él iba a hacer las cosas bien, a arreglar las cosas para que pudiera mirar a la cara no solo de los viejos muertos sino de los vivos que llegarían tras él cuando él fuera uno de los muertos”.

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