Este bello libro, un cuento de Sandra Comino con ilustraciones de Guillermina Marino, fue publicado recién (marzo de 2021) por Jacarandá Editoras, como título inaugural de su Serie Viento.
Hacía varios años que Sandra no publicaba un libro nuevo, y esta obra no defrauda a sus lectores y lectoras impacientes. Es un cuento que fluye con sencillez de pueblo y encanto de niñez, pero que esconde profundidad y sustancia.
Es la historia de Angie, que va a la escuela en el auto del padre y, como “los chicos van atrás”, debe acomodarse entre las cajas que el papá transporta (y que nunca sabemos qué contienen). Estar rodeada de cajas no es incomodidad, para Angie, sino invitación a ser lo que es, una niña: a observar el mundo por la ventanilla, hacerse preguntas, pensar, imaginar...
A medida que avanzamos por las páginas vamos conociendo, casi sin darnos cuenta de que lo hacemos, toda la vida de Angie, su escuela, la relación con su abuela, las salidas familiares el fin de semana, los distintos momentos del día, delimitados por esos viajes en el auto y entre las cajas.
Pero lo más impactante (para mí) del cuento es lo que Angie esconde entre las cajas:
Angelina guarda algo entre las cajas. Y cada tanto mete la mano para ver si eso sigue allí.
Las cajas de abajo casi no se mueven.
Igual, ella nunca se olvida, entre viaje y viaje, de revisar para ver si eso está.
Y sí, siempre está.
A lo largo del cuento, eso que Angie guarda entre las cajas (las cajas que van cambiando cada día, cada viaje) toma protagonismo. Y lo curioso es que Angie sabe qué es “eso” y lo menciona cada vez con toda naturalidad, pero nadie más lo sabe, porque el cuento no dice qué es.
Confieso que estuve a punto de llamar a Sandra Comino (es amiga) para preguntarle qué era “eso”. Pero bueno, finalmente me di cuenta de que no correspondía ni era necesario, porque “eso” es una parte de la gracia del cuento, es un kōan para los lectores: un enigma que nos plantea la autora, una pregunta escondida entre las cajas del cuento. El kōan tiene respuesta (y yo respondí en mi interior qué es eso que Angie esconde entre las cajas), pero no puede llegarse a ella pensando en forma lineal y lógica.
[Digresión: este cuento de Sandra Comino me conectó mentalmente con “Un kōan para el señor Nishida”, de Alejandra Kamiya, en ese gran libro que es El sol mueve la sombra de las cosas quietas. Si no lo conocen a la autora y al libro, los recomiendo también. https://www.youtube.com/watch?v=-wggA_H49Kg ]
Un comentario sobre las bellas ilustraciones de Guillermina Marino, que le dan color, onda y ritmo a la historia y presentan también formas y fondos de cajas de cartón que se acomodan entre el texto.
Porque el mundo, a veces, puede verse mucho mejor si uno está metido entre las cajas. Angie lo sabe. Los lectores podemos, quizás, descubrirlo.
Recomendado.
Comentarios