Les comento hoy sobre un particular libro que tuve la suerte de conseguir, una autoedición limitada producida por la misma autora, María Wernicke, sin editorial, créditos ni ISBN.
(Para les despistades que no conozcan a María, es una genial ilustradora y escritora argentina, autora de libros como Uno y otro, Hay días, Cuando estamos juntas... Ilustró además decenas de libros con textos de otros autores [como uno de mis álbumes favoritos, Haiku, con texto de Iris Rivera], recibió montones de premios, y no exagero si digo que es una de las más destacadas del campo de la literatura infantil y juvenil argentina actual.)
Es particular también por su propuesta: una serie de viñetas, cada una acompañada por un texto muy breve (apenas una o dos líneas, por lo general) y protagonizadas, en su mayor parte, por un personaje vestido de negro (como los ladrones y verdugos) y con sombrero de copa (como los millonarios); sin nombre, pero con una identidad definida e indudable: es un político.
Por algunas frases inconfundibles (“Ahora, todos a dormir”, “¡No se inunda más!”, etcétera), se remite a un político argentino particular (no es necesario mencionarlo) y las viñetas (originalmente posteadas en el muro de facebook de María) acompañaron los últimos meses de campaña tras las elecciones primarias de agosto de 2019. Esta inminencia, la cercanía con la realidad que se comenta, hace que este libro se acerque mucho al periodismo y recuerde (al menos a mí) a esas brillantes viñetas humorísticas de Lino Palacios durante la Segunda Guerra Mundial, al periodismo gráfico del humorista-ilustrador que actúa casi como corresponsal de guerra, sin necesidad de estar presente en las trincheras.
Pero sería un error (o al menos una simplificación innecesaria) considerar este libro, claramente político (como cualquier libro, bah, solo que aquí es evidente) como un libelo electoral o partidista: no es, opino, esencial qué político se ilustra aquí, porque se está hablando, a partir de lo coyuntural, de toda una clase política (que incluye por cierto a muchos rivales del “héroe” de este libro), tomando como eje la infinita distancia entre las palabras de una persona poderosa y la realidad que viven las personas sin poder bajo su influencia. El cinismo, el engaño, la máscara, el ocultamiento del poderoso (presentado en algunas viñetas como un (mal) actor frente a su (involuntario) público) dominan todo el libro, que se conecta con tantas obras artísticas que tomaron, desde diferentes miradas, el mismo tema (solo por dar algunos ejemplos, la canción “Algo personal” de Serrat, la película “Ciudadano Kane”, el personaje del senador Palpatine en la saga de Star Wars...). Y por eso este libro, así de urgente como es, podrá ser leído en otro tiempo y en cualquier país, sin desmedro alguno de su urgencia y su profundidad.
Si bien la distancia entre lo real y su re-presentación es (dijo Bergson) un mecanismo humorístico básico, lo cierto es que la mayoría de estas viñetas no son graciosas: al menos, no para quien está, como la mayoría de nosotros, inmerso en la realidad que se muestra y es víctima, en mayor o menor grado, del accionar de esos políticos capaces de todo para enriquecerse aún más. Algunas de las viñetas, protagonizadas por “gente común” (siluetas blancas y vacías [como víctimas o desaparecidos], contrapuestas a la figura negra del político), más que reír hacen llorar, mientras comentan las dificultades para sobrevivir en un contexto de miseria creciente. Pero así y todo, el libro se disfruta mucho y uno lo termina enseguida y se queda con ganas de más (aunque, al mismo tiempo, el lector quisiera que el libro no hubiera tenido ocasión de existir...).
Por todo esto, “Dibujos urgentes” es un libro especial, que vale muy la pena conseguir y leer (a la autora le quedan, me dijo, muy poquitos disponibles, de esta primera edición; pero quién sabe, quizá el futuro nos depare una segunda edición, es cuestión de pensar que sí se puede).
Recomendado.
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