Esta novela de Federico Lorenz fue publicada por la editorial Amauta en 2023, en su colección Memoria; hace muy poquito recibió el premio Destacados como mejor novela juvenil del año (en la Argentina).
El autor es, además de escritor, un reconocido historiador (especializado en la guerra de Malvinas), investigador, y es también docente de Historia en el afamado Colegio Nacional de Buenos Aires, de donde él mismo egresó en el secundario.
Si doy esos datos biográficos no es porque me haya cooptado un espíritu historiador a mí, sino porque el narrador y protagonista de esta novela es un alter ego del autor: también es un docente de Historia en el Nacional Buenos Aires, y también egresó del Colegio (así, con ce mayúscula, como les gusta llamarlo a quienes estudiaron allí).
Aquí entramos en una historia que de entrada parece costumbrista (y que podría titularse “los sinsabores de la vida cotidiana de un docente en la Argentina actual”), pero pronto, y casi sin darnos cuenta, nos vemos metidos de lleno en una novela de fantasmas, cuando se hace evidente que aquel estudiante abrigado (en pleno verano) que recorre los antiguos e intimidantes claustros del Colegio y parece sentirse mal pero no responde preguntas solo puede ser visto por el profe de Historia y por nadie más.
El estudiante fantasma de la campera escribe en un pizarrón un pedido de ayuda ("Buscame") a la única persona que lo ve, el gris, callado y nada glamoroso profesor de Historia. Y es entonces cuando la novela pasa, sin dejar de ser de fantasmas, a convertirse también en una historia policial, porque el profe se obsesiona con ayudar a aquel alumno fantasma que parece estar esperando eternamente para rendir una materia pendiente, y comienza una larga y tortuosa investigación para descubrir la identidad de aquel adolescente, la forma de ayudarlo y, quizá, cómo fue que llegó a ser un fantasma (uno de los muchos que hay) atrapado en los rincones del Colegio.
Además de que está excelentemente escrita, me gustó cómo la novela habla del Nacional Buenos Aires pero en forma crítica, sin acoplarse a la pleitesía un poco snob que suelen prodigarle muchos de los egresados de allí. La historia mantiene un ritmo incesante que te lleva a seguir leyendo, y el final, tanto si uno piensa en el libro como historia de fantasmas, como policial o como novela juvenil, no decepciona.
Komorebi es una palabra japonesa que designa la luz del sol que se filtra entre las ramas de los árboles: de igual forma, luces y sombras bailan en esta novela para mostrarnos una realidad fantástica pero creíble, una historia siniestra pero a la vez enternecedora, plagada de nostalgia pero también de esperanza en el futuro, en la capacidad de las personas de reponerse ante las adversidades pero sin renunciar a la memoria, la necesaria tarea de atesorar el pasado que nos trajo hasta aquí.
En fin, no me extiendo más: una gran novela de Fede Lorenz, que recomiendo con fervor. Búsquenla.
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