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La mansión (Faulkner-11)

The Mansion, el cierre de la trilogía de los Snopes, se publicó en 1959, casi dos décadas después de la publicación del primer libro de la trilogía, The Hamlet, pero solo dos años después del libro previo, The Town. Este es un gran libro, el último gran libro que escribió Faulkner, y muestra cómo, a lo largo de los años, llegó no solo a manejar con maestría sus recursos como escritor, sino cómo alcanzó a comprender mucho mejor a sus propios personajes, incluso a aquellos que despreció siempre, como Flem Snopes.


A jugar con Faulkner

1. Mink Snopes está en la cárcel por haber asesinado al granjero Houston. Le dicen que cuando pasen veinte años, podrá volver a su casa, pero él responde que cuando salga de la cárcel no volverá directo a su casa, sino que antes se ocupará de “un asunto privado”. ¿De qué piensan que se trata?

a. Matar a su hermano.

b. Beber una cerveza bien helada.

c. Comprar una vaca para reponer la que le había robado el granjero Houston.

d. Aprender a leer.

2. En este libro se devela qué significan las siglas V.K., en el nombre del ex vendedor de máquinas de coser V.K. Ratliff. ¿Cómo se llama?

a. Victor Kublai b. Vladimir Kyrilytch c. Vermeer Klimt d. Victory Knockout


La estructura

En este tomo final de la trilogía, Faulkner combinó elementos estructurales de los dos libros previos:

- Por una parte, la novela está dividida en libros (como está organizada The Hamlet), cada uno titulado con el nombre de su protagonista principal: Mink, Linda, Flem.

- Por otro lado, dentro de cada parte, algunos de los capítulos aparecen titulados por el nombre de quien los narra (como en The Town), y esos narradores, al igual que en The Town, son Gavin Stevens, su sobrino Charles y su amigo V.K. Ratliff. A diferencia de The Town, sin embargo, hay capítulos sin narrador personaje y sin título, que tienen un narrador en tercera que se va “pegando” a diferentes personajes.


Esta estructura flexible le da un gran ritmo a la novela, y a mí al menos las 500 páginas se me pasaron volando.


El título

The Mansion es como un remanso, en la obra de Faulkner, porque ese título permitió la obvia, incuestionable y feliz traducción literal La mansión. No hay nada que acotar al respecto. La mansión a la que se refiere el título es la de los De Spain, una de las “familias nobles” de Yoknapatawpha, que es comprada por Flem Snopes y se convierte en su morada. Que un white trash enriquecido ocupe esa mansión es casi una herejía, para la gente bien de Jefferson. Y la mansión ocupa un lugar importantísimo no solo en la búsqueda de Flem de volverse respetable y rico, sino también en la trama del libro, pues la escena culminante de la acción ocurrirá allí, en la mansión.


Más de diez años atrás, la mansión De Spain aparece en un cuento genial, “Fuego en el granero” (“Barn Burning”), en el cual se cuenta la llegada de la familia Snopes a Jefferson y cómo el hermano menor de Flem intenta resistirse al “hobbie” familiar de incendiar graneros como forma de vengarse de los ricos. Cuando se presentan en la mansión De Spain, Ab Snopes (el padre de Flem) le dice a su hijo, mientras señala la casa: “Linda y blanca, ¿no? Pero está hecha de sudor. Sudor negro. Quizás aún no es lo suficientemente blanca para él. Tal vez quiere mezclar algo de sudor blanco en ella.”


Esta cita muestra el complejo simbolismo que reviste la mansión, y que se relaciona no solo con las clases sociales sino con los imaginarios de raza, de prestigio y de poder.


Norreseña

Al igual que Sarmiento odiaba a Facundo Quiroga y sin embargo (o por eso mismo) lo puso como héroe de su mejor libro, ensalzándolo para siempre, Faulkner evidentemente despreció a Flem Snopes durante toda su vida, pero lo convirtió en un gran personaje, uno de los más inolvidables de su obra. Flem es el caso testigo de un nuevo grupo social (del que también forma parte, a su manera, Jason Compson, quien aparece en una escena de este libro confrontándose con Flem): varones blancos “modernos”, obsesionados con el dinero, para los cuales no tienen ninguna importancia las tradiciones, la historia, las convenciones sociales ni las relaciones humanas. Y Flem es la cumbre de ese grupo: el más astuto, el más solapado, el más despiadado.


Sin embargo, en las tres décadas que le tomó escribir esta saga, Faulkner creció lo suficiente como para entender mejor a su personaje odiado y aquí, en el final de La mansión (del que no diré nada, para no spoilear), le hace justicia.


A pesar de todo, Flem no es el único protagonista del libro, y creo que no miento si digo que ni siquiera es el principal, pues el centro de la novela es la relación de profundo amor entre Linda Snopes (hija de Flem, aunque él no es su padre biológico) y Gavin Stevens. Esta novela avanza quince años, respecto de lo relatado en The Town, así que ahora Linda no solo es una mujer adulta de treinta años, sino que es viuda y quedó sorda a causa de una herida que recibió durante su participación en la Guerra Civil Española. Y Gavin es ya un abogado de cincuenta años, respetablemente casado. No es claro si Linda y Gavin se vuelven amantes (todo el pueblo cree que sí, pero no es algo seguro); lo que sí es claro es que se quieren con locura. Como en toda la obra de Faulkner, cuando aparece el amor (muy pocas veces) es siempre imposible y casi siempre desgraciado, pero igualmente lo sabe escribir en forma insuperable, y el resultado es maravilloso.


Uno habría pensado que no había forma de remontar o superar lo que sucede en el tremendo final de El pueblo (del que tampoco hablaré, pero si lo leyeron saben a qué me refiero); pero no, Faulkner redobla la apuesta y aquí convierte a un personaje menor del que casi nos habíamos olvidado (Mink) en el principal motor de la trama, reduce al mínimo los elementos humorísticos que estaban muy presentes en los libros previos, eleva una historia de amor como nudo central de la narración y, por si fuera poco, le da a su héroe (que es a la vez su antihéroe) un destino mucho más digno de lo que pensábamos que merecía.

Así que sí: si ya se perdieron en el bosque de Faulkner, no pueden dejar de leer la trilogía de los Snopes, y en particular esta novela. Les prometo que no se arrepentirán, si lo hacen.


Una curiosidad

Faulkner era consciente de que en esta novela, publicada en 1959, se cambiaban algunas cosas y había ciertas contradicciones, respecto de los libros previos, y para atajarse ante posibles reclamos de los lectores, inició este libro con una muy bella nota explicativa:

Este libro es el capítulo final y la consumación de una obra concebida e iniciada en 1925. Ya que al autor le gusta creer y espera que la obra de toda su vida sea parte de una literatura viva, y ya que vivir implica movimiento, y movimiento es cambio y alteración y por lo tanto la única alternativa al movimiento es la inmovilidad, la estasis, la muerte, se hallarán discrepancias y contradicciones en los treinta y cuatro años de progreso de esta particular crónica; el propósito de esta nota es simplemente notificar al lector de que el autor ya encontró más discrepancias y contradicciones de las que espera que halle el lector... contradicciones y discrepancias debidas al hecho de que el autor aprendió, o eso cree, más acerca del corazón humano y su dilema de lo que sabía treinta y cuatro años atrás; y está seguro de que, habiendo vivido con ellos durante tan largo tiempo, conoce a los personajes de esta crónica mejor de lo que los conocía.”


Un fragmento

Porque Linda no tenía aquella cualidad [de su madre]; eso no era transferible. Así que lo que les quedaba a ella y a Gavin era la continencia. Para decirlo en forma cruda: la moralidad. Porque adónde podrían haber ido. No a la casa de ella, porque entre ella y su padre había alguien con sordera, pero era la persona equivocada. Y no a la de él, porque la casa en donde él vivía no era suya sino de mi mamá, y uno de los primeros (cuando llegara el momento, por supuesto) principios que me enseñó era que un caballero no lleva a su amante a la casa de, en este orden: Su esposa. Su madre. Su hermana. Su novia. Y ellos no podían hacer los viajes ocasionales a lugares tan lejanos como Saint Louis y Chicago que (suponíamos) la madre de ella y Manfred De Spain solían realizar, porque incluso la Policía de la Moralidad, por no mencionar aquel mundillo semisubterráneo que debían frecuentar, se habría escandalizado ante la idea de seducir a una mujer sorda como una tapia y llevarla, con tal propósito, fuera de la seguridad y la inocencia de su pueblo natal. Así que solo les quedaba el automóvil de él, oculto con desesperación y apuro tras un arbusto: Gavin Stevens, edad cincuenta, egresado de Harvard, doctorado en Heidelberg, matriculado en Mississippi, miembro del American Field Service [un sistema gratuito de ambulancias] y de la YMCA, desplegado en Francia 1915-1918, fiscal del condado; y Linda Kohl, treinta, viuda, herida en combate junto a las tropas comunistas en España, metiéndose mano y jadeando en un auto estacionado como si tuvieran diecisiete años.

(en el capítulo 9, narrado por Charles Mallison, sobrino de Gavin)


Respuestas de “A jugar con Faulkner”:

1. Respuesta a. “—Así que en diecisiete o veintidós años volverás a casa —dijo el guardia—. Ya hace tres que estás aquí.

—¿En serio? —dijo él—. No voy llevando la cuenta... Pero no —agregó—. No volveré enseguida. Antes me ocuparé de un asunto.

—¿De qué? —preguntó el guardia.

—Algo privado. Cuando lo termine, entonces me iré a casa.

Sí señor pensó. Parece como si hubiera hecho todo el camino a Parchman [la cárcel] solo para pegar la vuelta y volver al pueblo y matar a Flem.”

2. Respuesta b. Ratliff venía de familia rusa, pero quien anotó su nombre en su pueblo natal no pudo deletrearlo, por lo que dejó únicamente las iniciales, V.K.

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