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La saga histórica de Shakespeare

No voy a descubrir aquí qué buenas son las obras de Shakespeare: si no las conocen aún, les recomiendo ponerse al día con ellas. Solo quiero comentar hoy algunas de esas obras, que están (con una excepción, quizás dos) entre las menos leídas y conocidas de él: las llamadas obras históricas en las que pone en escena la historia de varias generaciones de reyes medievales ingleses.

Lo que vuelve más interesantes estas obras es considerarlas como una saga in-LIJ y leerlas en orden, pero no en el orden en que el autor las publicó, sino en el orden histórico en que sucedieron los hechos que se cuentan.


Shakespeare hizo diez de esas obras, pero la primera en el orden histórico (Rey Juan) y la última (Enrique VIII) están separadas temporalmente de las demás y encima no son especialmente buenas, así que conviene dejarlas afuera y centrarse en las ocho obras restantes, que sí configuran una saga sin aristas, espectacular y súper interesante de leer que abarca desde 1399 a 1485, casi un siglo en escena:

- Ricardo II

- Enrique IV (primera parte)

- Enrique IV (segunda parte)

- Enrique V

- Enrique VI (primera parte)

- Enrique VI (segunda parte)

- Enrique VI (tercera parte)

- Ricardo III


A su vez, esta saga puede dividirse en dos grandes partes, una que se inicia en Ricardo II y cierra en Enrique V, y otra que abre en la primera parte de Enrique VI y se cierra en Ricardo III.


De todas estas obras, la última, Ricardo III, es la más famosa, porque tiene a ese protagonista excepcional, maquiavélico e inescrupuloso, tan moderno que parece contemporáneo nuestro. Pero les aseguro que no es lo mismo leer suelta esa obra que leerla como cierre de la saga de ocho obras: uno no solo aprende sobre historia inglesa, sino que se da cuenta de lo que sucede con los personajes entre obra y obra y los motivos por los cuales son como son y hacen lo que hacen.


Es que todo comienza mucho tiempo atrás, en Ricardo II, con un error grande como un tsunami, un pecado imperdonable: al legítimo rey, Ricardo, le es arrebatado el trono, que asume su primo Bolinbrooke, quien pasa a llamarse Enrique IV. Estamos hablando de una época en la que la monarquía era considerada sagrada, relacionada con un orden divino e incuestionable, y por eso ese error político, ese “pecado original inglés”, en la visión del autor, trastoca la naturaleza entera y mina las bases de toda la sociedad, y es lo que da pie a toda una serie de desgracias interminables y una herida abierta que solo generaciones más tarde (luego de la Guerra de los Cien Años y de la Guerra de las Dos Rosas) podrá, a duras penas, cicatrizar.


En Ricardo II se presentan las razones por las cuales el rey es depuesto (su abierta homosexualidad, su incapacidad para afrontar los peligros militares y políticos y gestionar las finanzas de la Corona), pero aun así era el rey legítimo, y por lo tanto quitarle la corona estuvo mal. Tan mal, que su usurpador, Enrique IV, se pasa el resto de su vida semiarrepentido e intentando afianzar la poca legitimidad que logra reunir. En las dos partes de Enrique IV aparecen dos personajes geniales: uno es el hijo del rey, el príncipe Hal (quien se convertirá luego en Enrique V), presentado como un adolescente problemático que se niega a vivir en la corte con su padre y comportarse como un típico príncipe, y en vez de eso se junta con ladrones, tránsfugas y prostitutas y vive en posadas de mala muerte, emborrachándose y siempre de juerga. El otro es Falstaff, quien se vuelve una especie de figura paterna para el príncipe descarriado: un ex soldado gordo, ladrón de poca monta, cobarde, fanfarrón, mentiroso... un antihéroe en toda regla, tan incorrecto como encantador y divertido, que hizo furor en la época de Shakespeare y a quien el autor decidió matar tres obras más tarde porque si no amenazaba con “comerse” todas las obras futuras que pudiera crear y condenarlo a tener que escribir solamente sobre él.


Pero finalmente, tras la muerte de su padre, Hal sienta cabeza y se convierte en un rey valiente y astuto, y en Enrique V viaja a Francia para conquistar las tierras que habían sido inglesas y él cree que le corresponden. Esta obra tiene partes muy geniales, como toda la previa a la decisiva batalla de Agincourt, incluyendo una imperdible arenga final del rey antes de la batalla, en la que toma un hecho a todas luces negativo (son muchos menos que su rivales, los del ejército francés) y lo da vuelta para volverlo una ventaja: “Nosotros pocos, nosotros felices pocos. Nosotros, banda de hermanos...”.


Pero en Enrique VI el nuevo rey (el hijo del ya muerto Enrique V) aparece como débil de carácter (o más bien, no interesado en la política del reino) y angustiado por el gran error de su abuelo, y vuelven a abrirse los problemas con Francia (aparece Juana de Arco como personaje trágico), las luchas internas por el poder (la gran pelea entre los Lancaster y los York, que da pie a la guerra de las Dos Rosas), la caída de Enrique VI y el tumultuoso reinado de Eduardo IV que derivará luego en el ascenso del menos pensado de sus hermanos, el jorobado (pero inteligente y despiadado) Ricardo, que subirá finalmente al trono como Ricardo III, aunque no podrá disfrutar demasiado de ese logro.


Al leer en orden estas obras les juro que se aprende un montón de historia y se entienden muchas cosas, muchísimas más que si leemos una sola obra suelta. Shakespeare modificó a su gusto varios hechos históricos, pero compensó eso escribiendo magníficamente bien, con personajes maravillosos y escenas inolvidables, de forma que su versión de la historia es, sin dudas, muchísimo mejor que la historia de verdad (hace poquito vi la peli El Rey, en la que se cuenta una versión diferente de la historia de Enrique V... pero tomando como base la obra de Shakespeare, no la historiografía oficial de ese rey: fíjense qué influencia tiene aún Shakespeare en nuestra forma de ver el mundo).


Y con esto cierro esta recomendación. Como bonus track, no duden en buscar y ver la magnífica serie “The Hollow Crown” (dos temporadas, en las que se ponen en escena las ocho obras de esta saga histórica), con actores de la talla de Ben Whishaw (Ricardo II), Jeremy Irons (Enrique IV), Tom Hiddlestone (Enrique V) y Benedict Cumberbatch (Ricardo III), entre muchos otros.

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