Esta excelente novela de Federico Ivanier fue publicada en 2020 por Criatura Editora.
[Digresión: Criatura es una editorial uruguaya que tiene un catálogo espectacular. Por acá (Buenos Aires) no siempre es fácil encontrar esos libros, pero en las ferias del libro suelen tener stand y ahí aprovecho para proveerme de sus títulos, en particular de libros de grandes autores uruguayos como Fede Ivanier, de quien ya comenté en este blogcillo Tatuajes rojos y Alas en los pies.]
Esta es una novela juvenil, aunque de la mejor manera en que una novela consigue serlo: la puede leer cualquiera, y me cuesta imaginar a una persona adulta que lea este libro y no lo disfrute. Pero el protagonista narra en primera persona, y es un adolescente, y bueno, ya eso solo la hace juvenil, probablemente. Diría que es una novela bastante inclasificable, e incluso propondría que no es conveniente clasificarla, porque asignarle un único género implicaría simplificarla burdamente e, incluso, espoilear.
El narrador va contando en tiempo presente, y esa decisión extraña (todo sueña extraño, cuando se cuenta en un eterno presente) funciona a la perfección en esta historia que se siente todo el tiempo como el guión de una película, una película en la cual nosotros mismos estuviéramos dentro de la piel del protagonista, aun sin tener idea (como quizás le sucede a él, por momentos) de quiénes somos.
La historia en sí es sencilla, casi clásica, en tanto seguramente ya escuchamos o leímos alguna historia parecida alguna vez: un chico está de viaje (en Europa, en este caso) para visitar a la familia de su madre. En Irún, un pueblo del País Vasco donde le toca hacer trasbordo, hay una confusión con su boleto de tren, y aunque consigue arreglar el problema, el nuevo tren que debe abordar saldrá recién a medianoche, lo que le deja un hueco de ocho horas para recorrer el pueblo.
Ninguna historia es una isla, separada de todas las demás, sino que todas se conectan con otras. Me gustan esas historias que arman su propia genealogía, y aquí Ivanier va dejando caer, como al pasar, títulos de libros, films y canciones que dan un marco sutil pero potente a este relato: Príncipe y mendigo de Mark Twain, Drácula de Bram Stoker (“la gracia de los vampiros es lo humanos que son”, define el narrador en un momento), “Loving cup” de los Rolling, algunas canciones de Catupecu, la peli “Casi famosos”. La historia también se conectó, en mi mente al menos mientras leía, con La muerte en Venecia, de Thomas Mann, por el personaje solitario que recorre una ciudad desconocida sin tener idea de lo que está yendo a su encuentro, y con Soy leyenda, de Matheson (el libro, no la horrenda película con Will Smith), con esas escenas de encuentro inquieto entre dos desconocidos en las que no sabemos, como aquí, qué es lo que vendrá: si lo que nos deparan las páginas siguientes es un relato romántico, un cuento de terror, un thriller policial, una crónica de viaje o nada de lo anterior. O todo lo anterior.
Aquí también, el protagonista (a quien llegamos a conocer bastante, aunque nunca diga su nombre), dolido aún por el final de una historia de amor (Lucrecia lo dejó, y aunque no sabemos nada sobre eso, podemos imaginarlo), desoye las continuas advertencias del sentido común y conoce a una bella y enigmática desconocida del pueblo, a quien acompaña en un recorrido cada vez más inquietante, a medida que aumenta, proporcionalmente, el atractivo que ejerce sobre él esa chica que nunca antes vio y que sin embargo parece conocerlo bien.
Además, pero imprescindiblemente: la novela está escrita en forma espectacular. Ivanier maneja una prosa que fluye en forma hermosa, e incluye cada tanto, y sin darle ninguna importancia, frases profundas e inolvidables, ocurrencias que pasan por la mente del narrador y se desvanecen sin dejar rastro.
Recordás todas las veces que te dijeron que no confiaras en extraños, que no anduvieras con ellos, que no los siguieras, que nunca les dijeras tunombre, y acá estás, desobedeciendo todas las advertencias. Advertencias, advertencias y advertencias que te dicen andate, da la vuelta, apartate de esta chica de la que no sabés nada. Pero no querés hacerlo, claro que no. Así que acá estás, desoyendo mandatos surgidos casi en los orígenes del tiempo. Es el momento, te decís. Algún día hay que dejar de hacer lo que te dicen.
No me extiendo más. La novela tiene un ritmo tranquilo pero que acelera página a página hasta volverse frenético, y no tenemos la menor idea de lo que va a suceder hasta que ya es demasiado tarde, tanto para los personajes como para quienes estamos leyendo.
Otra gran novela de Fede Ivanier. Recomendada.
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